En los preludios de la civilización, Celendín fue un conjunto de lagunas: Chilindrín y Huaucococha, en cuyos alrededores se asentaron varias tribus de origen marañónico. Dantescos cuerpos de agua que, con el pasar de los años, dieron lugar a hermosos prados donde se establecieron los pueblos de Celendín, José Gálvez y Sucre. La primera desapareció a mediados del siglo XVII, producto de un fuerte movimiento telúrico que originó un hundimiento terráqueo en la parte norte, mientras que la laguna Huaucococha fue desaguada en 1948, mediante la construcción de un túnel.
CELENDÍN PREHISPÁNICO:
Los vestigios etnolingüísticos y arqueológicos revelan que en territorio celendino principiaron entre los años 800 a 1000 d.C., los primeros grupos humanos que confluyeron en pequeñas tribus. La más notable se ubicó en La Chocta y se caracterizó por la construcción de famosas “chulpas”. Este incipiente pueblo, considerado como una pequeña necrópolis, fue resultado de un difícil proceso migracional ocurrido por estos lares y que probablemente sean los continuadores del grupo étnico Arawac, primeros lugareños que ocuparon vasto territorio marañónico; según concluye Julio C. Tello.
Durante el período formativo de la cultura peruana los Choctamalques, primera llacta celendina, por su ubicación geográfica llegó a vincularse con el reino de Cuismanco (cultura Cajamarca), al que prácticamente se asoció. En su estado primitivo, mantendría relaciones con otros minúsculos grupos remotos del territorio celendino, pero siempre mantuvo cierta independencia y autonomía en su desarrollo sociocultural; señala Tito Zegarra Marín.
La expansión de la Cultura Chavín por predios celendinos dejó sentir su influencia. El estilo “torresitas”, identificado por Tello (1937), Solón Urteaga y los esposos Reichel (1949), comprueban la presencia chavínica en los estratos más profundos de La Chocta, su cerámica incisa y en todas las ruinas marañónicas. Inscripciones líticas en alto relieve y lápidas de piedra, pertenecen al formativo chavínico que subsistió hasta la perpetración de los Huaris (S. XIII); agrega Daniel Quirós Amayo.
Con los choctamalques, otro grupo social preincaico conocido posteriormente como La Lechuga (Sucre) habitó parajes celendinos, conservando su identidad con estilo y características de sus edificaciones. Fue una de las tres pachacas, anterior a los incas, de significativa importancia y proximidad a la cultura Cajamarca, muestra fehaciente de la expansión natural de los Chachapoyas a territorio cajamarquino.
En el Intermedio Temprano, durante los siete primeros siglos de nuestra era, los mochicas seguirían la ruta del oro como consecuencia de su impecable trabajo metalúrgico, dejando los nombres de Chumuch y Chimuch. Aunque no hay restos de cerámica mochica, el hallazgo de una escalinata a una edificación fortificada en Yanacancha (1989), tendría estilo Mochica, aunque los restos de Huasminorco, Huacaybamba (Tolón) y La Congona (Huasmín), pertenecerían a la cultura Marañón; vuelve a referir Quirós Amayo.
Producto del proceso expansionista y conquistador del imperio Huari, estos destruyeron a los mochicas (S. XVII) y su presencia está vigente en los estratos de la cerámica marañónica Cajamarca III y Cajamarca IV. La piedra del Múyoc, placa de diorita labrada en alto relieve que tiene forma de lápida rectangular grabada con motivos iconográficos (jaguar, serpiente y rayo), la cerámica Cajamarca II, III y IV de fuentes tripódicas, de base circular y trucada, con preciosa ornamentación geométrica; son muestras claras de la presencia Huari en Celendín, inquiere Moisés Chávez Velásquez.
Consecuencias del proceso de expansión y dominio Inca, los grupos sociales de importancia primigenia que se asentaron en predios celendinos fueron anexados al Tahuantinsuyo durante el mandato de Pachacútec (S. XV), tal como lo confirma la cerámica Cajamarca V, el estilo aríbalo y ventanas trapezoidales en La Chocta.
El inca Pachacútec encomendó a su medio hermano Cápac Yupanqui y a su hijo Túpac Yupanqui, la conquista de comarcas celendinas. La sumisión de los primeros moradores inició en la pachaca de Múyoc, quienes no pusieron resistencia y junto a un ejército de cuzqueños y cajamarquinos, comandados por Cápac Yupanqui emprendieron la conquista de los Choctamalques, pero estos reacios a ser sometidos adelantaron su huida y encabezados por su líder Sinchi Huaquishaua, huyeron masivamente al otro lado del caudaloso Marañón.
El escritor Jorge W. Izquierdo, añade que tras la ocupación incaica alrededor de la comarca de Llamadín se establecieron los cacicazgos de Oxamarca, Huaucococha, Surocucho o Sorochuco, Chumuch y Chimuch. “Y cuando Túpac Yupanqui marchaba sobre el reino de Los Scires (Ecuador), hacia 1456, se produjo un éxodo masivo hacia el oriente, por lo que, hoy por hoy, en Celendín, no hay rasgos indígenas propiamente dichos”, apunta.
Por su parte, Quirós Amayo refiere que durante los últimos reinados incas y la inevitable conquista de los Chachapoyas a Celendín se envía a los Chillchos en su condición de mitimaes, siendo su mayor reminiscencia dejada, la danza “La Guayabina” o danza de los Maichilchos, proveniente del Marañón con prosapia chavínica.
PERÍODO HISPÁNICO:
Tras la conquista española, el territorio celendino se repartió entre evangelizadores y conquistadores. Llamadín fue para Juan de Rojas Salazar y Juan Mori Alvarado, ambos descendientes de los conquistadores de Chachapoyas, que establecieron el Asiento “Nuestra Señora de la Concepción del Valle de Zelendín”; en opinión de Consuelo Lescano Merino.
Por su parte, Pelayo Montoya Sánchez, relata que en 1540 cinco aventureros españoles y un jesuita, con una legión de indios cajamarquinos, descubrieron e invadieron los cacicazgos incas y se repartieron, según su suerte, así:
- Llamadín (Celendín), para don Hernando de Mori Alvarado, que la bautizó como “Hacienda San Hernando de Llamadín”.
- Oxamalka (Oxamarca), le tocó a don Agustín Ortiz de la Serna, que fundó la “Hacienda San Agustín de Oxamarca”.
- Surocucho (Sorochuco), a don Francisco de Vargas, que estableció la “Hacienda San Francisco de Sorochuco”.
- Huaucococha (Sucre, José Gálvez y Jorge Chávez), para el jesuita Isidro de Segovia, quien fundó la “Hacienda San Isidro del Huauco”; y,
- Chumuch y Chimuch, para don Miguel de Burga, que la bautizó como “Hacienda San Miguel de Chumuch”.
Los hacendados convinieron en culturizar a los indígenas, ampararlos y auxiliarlos, pero a cambio deberían pagar tributos al Rey de España, diezmos y primicias a la Iglesia, en dinero o en trabajo, a sus nuevos patrones; complementa Izquierdo Cachay.
La época virreinal dejaría sentada la presencia de algunos virreyes en suelo celendino, tal como ocurrió con Francisco de Toledo que llegó a la emergente hacienda “San Hernando de Llamadín” el 7 de diciembre de 1575. Creyente en la Virgen Inmaculada Concepción y conmemorándose el día central de su celebración, la proclamó como Santa Patrona y le designó como nuevo nombre “Hacienda de la Pura y Limpia Concepción de Zelendín”.
El 27 de febrero de 1767, el Rey Carlos III, soberado español que sucedió a Fernando IV, expidió la Real Pragmática Sanción por la que se ordenaba perseguir a los jesuitas en España y expulsarlos de América, hecho que desencadenó una huida masiva. Los perseguidos se enrumbaron a tierras desconocidas siguiendo la ruta del Amazonas; entre ellos se encontraban una veintena de judío portugueses quienes llegaron hasta la cima de Jelij (mediados del S. XVIII) y decidieron tomar a Celendín como su segunda patria. Este grupo de inmigrantes estuvo comandado por don Raymundo Pereyra, señala Manuel Silva Rabanal.
La época colonial traería muchos cambios en la demarcación territorial. En 1565 se crearon los Corregimientos que permanecieron hasta 1784. Al Corregimiento de Cajamarca, que pertenecía a la Diócesis de Trujillo, se anexaba el Curato de Celendín (1778) conformado por varias haciendas que iban fragmentándose. En 1784 se establecieron las Intendencias, entre ellas la de Trujillo, llegando a conservar el mismo número de Corregimientos que pasaron a llamarse Partidos. Dentro del Partido de Cajamarca, se encontraba la Doctrina de Celendín.
El 11 de octubre de 1726, el licenciado Tomás Bueno, abogado de la Real Audiencia de Lima, dio posesión de tierras al capitán Antonio de Vergara de las haciendas de Santa Catalina, Llanguat y Sisnalla, el paraje de Meléndez a Juan de Burga, Pilco a Miguel Rabanal, La Pura y Limpia Concepción de Zelendín (Poyunte) al capitán Raymundo Pereyra y las de menor importancia a otros propietarios.
El 11 de octubre de 1746, Antonio de Vergara, otorgó a Juan José de Chuquibala todas sus haciendas más los potreros La Llave, Huacaybamba, Chacanto y José. La hacienda La Pura y Limpia Concepción de Zelendín, fue a dar a manos de don Pedro Mori de la Serna. Así, a fines de 1785, en la Doctrina de Celendín, existían las haciendas de Zelendín, Capellanía, Jerez, Tincat, Meléndez, Pallán y Yayampampa.
FUNDACIÓN ESPAÑOLA:
El establecimiento de la Villa Amalia de Celendín, surgió entre 1782 y 1783, cuando en tiempos del virrey Agustín de Jaúregui, la hacienda “La Pura y Limpia Concepción de Zelendín”, en poder de Juan José de Chuquibala, contrajo una deuda de 4250 pesos españoles, capital e intereses de más de 25 años de hipoteca junto con los potreros de Santa Catalina y San José. En esta época fue propicia la visita del Obispo Jaime Martínez de Compañón (12 de julio de 1782), en su viaje a Maynas, quien encontró 5598 personas entre “eclesiásticos, españoles, indios, mixtos, pardos y negros”, procediendo a recomendarles comprar la hacienda que había pasado a manos de las Obras Pías del Real Convento de Santa Clara de Trujillo.
Los 485 accionistas siguieron las recomendaciones del Obispo Martínez de Compañón e iniciaron inmediatamente la recaudación de fondos mediante una bolsa común. El remate había sido establecido en 14 000 pesos. El 23 de junio de 1785, los moradores otorgaron un poder a dos vecinos en Trujillo como sus representantes (uno de ellos Diego Vásquez de Gamboa), para efectuar las gestiones de compra de la hacienda.
El 01 de diciembre de 1785, Monseñor dirige al virrey los fundamentos para el establecimiento de la nueva población, a la vez que pedía el deslinde y la tasación de la hacienda que abarcaba desde Shuitute por el norte, hasta Celendinhorco por el sur, y de Jelij por el este hasta Pariapuquio y Chuclalás por el oeste, siguiendo por Shururo hasta su desembocadura. La hacienda de Llanguat comprendió desde Shururo hasta el río La Llanga aguas arriba. La hacienda Santa Catalina, desde La Llanga, Pizón hasta Puravilca y el río Chalán, hasta su desembocadura. La hacienda Sisnalla, desde el río Grande (Celendín), por Tolón, La Llave y otros parajes hasta orillas del río Marañón. Todas fueron valorizadas en 18 440 pesos de plata.
El 05 de mayo de 1786, vecinos y familiares dirigidos por sus procuradores Raymundo Pereyra, Miguel de Espinach, Miguel de Iglesia y José Cabellos, habían contratado al geómetra José de Comezana para trazar la nueva ciudad, previa misa de campaña y bendición del lugar como “La Nueva Población de Zelendín”. Salieron 78 manzanas de 100 varas por lado y calles de 10 varas de ancho con acequias; 07 jirones longitudinales de sur a norte y 14 transversales de este a oeste.
Cuando gobernaba el virrey Francisco Gil de Taboada (1790 – 1796), el señor Miguel de Iglesia, terminó con la linderación, tasación y subasta encomendada, que se llevó a cabo en Trujillo, el 08 de julio de 1791, en audiencia pública. El total fue de 14 010 pesos, pero dicha cantidad no pudo ser pagada al contado, por lo que José Cabellos, cura de la Doctrina de Zelendín, en julio de 1793, depositó 8 000 pesos ante el mismo Juzgado con un plazo de seis meses como un adelanto y solicitó la entrega judicial de las tierras. El 06 de septiembre de ese año, se hizo la diligencia de posesión, a cargo del presbítero don Manuel Tomás de Quevedo y Garro, en nombre del doctor Miguel Antonio de Iglesia y Merino.
Ese día, la gente en señal de alegría arrancó abrojos, lanzó piedras, dio vivas y gracias, aplaudió, cantó y hasta lloró de emoción. Era el 09 de septiembre de 1793. Once años más tarde, el 19 de diciembre de 1802, el rey Carlos IV de Borbón firmó una Real Cédula, en Elche (España), otorgando a la “Nueva Población de Zelendín” el Título de “VILLA AMALIA DE CELENDÍN ”, en honor a su madre, la reina Amalia de Sajonia y Coburgo, esposa de Carlos III; ayuntamiento de 6 regidores, dos alcaldes ordinarios (Teniente Coronel Raymundo Pereyra como Alcalde Ordinario de Primer Voto y Juan de Burga Arrascue de Segundo Voto), un procurador y otros cargos edilicios, nombrados por un año, por los regidores; el uso del escudo de Armas, que crearía el vecindario; reconocimiento por patrona a Nuestra Señora del Carmen; y, las ferias de San Luis, el 25 de agosto, en honor a su esposa María Luisa Teresa de Parma, reina de España, y San Carlos, el 04 de noviembre, en honor a su propio nombre.
El expediente conteniendo la Real Cédula llegó a Lima a mediados de 1803, el 30 de junio; el 07 de julio del mismo año se ordena sacar una copia certificada para el Intendente de Trujillo y el 19 de noviembre del mismo año (1803) fue remitido por el Virrey Gabriel de Avilés al Gobernador Intendente de Trujillo para que informara y haga de conocimiento a los representantes de la Población de Celendín. Esto quedó cumplido el 14 de mayo de 1809.
CELENDÍN INDEPENDIENTE:
Del Intendente de Trujillo, José Bernardo de Torre Tagle y Portocarrero, se recibió una arenga para que Celendín y muchas villas coloniales, den también su grito de libertad contra la tiranía y explotación por casi 300 años. Era el 05 de enero de 1821 y, al día siguiente, el teniente coronel Juan de Burga, con voz tonante y flameando la primera bandera, en su condición de jefe Político y Militar de la Villa, desde la casa municipal, exclamó: “Desde hoy, 06 de enero de 1821, la Villa Amalia de Celendín, es libre e independiente del poder español y de todo otro extranjero. ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la Independencia!, ¡Viva Celendín!, ¡Muera el Despotismo!, ¡Muera la Tiranía!”
DISTRITO Y PROVINCIA DE CELENDÍN:
Tras la conversión de la Villa Amalia de Celendín, muchos ilustres celendinos siguieron luchando durante los primeros años de vida republicana del país para que nuestro pueblo sea elevado al rango de CIUDAD. Así, Juan Basilio Cortegana, quien ya ocupaba el cargo de Diputado del Parlamento, no desfalleció en su intento hasta conseguir del presidente Ramón Castilla, el Decreto Ley del 19 de octubre de 1849, que le otorgó la categoría de Ciudad, por los “servicios eminentes a la causa de la Independencia y, además, reúne todos los requisitos que exige la Ley del 17 de septiembre de 1847”.
En 1854, notables cajamarquinos se reunieron para proclamar a Cajamarca como Departamento y esperaron que Ramón Castilla, nuevamente asuma la presidencia proclamándose Dictador en Lima (1855). Ese mismo año, el 11 de febrero, ratificó la departamentalización de Cajamarca con las provincias de Cajamarca, Cajabamba, Chota y Jaén. Celendín siguió como distrito con sus seis caseríos: Huauco, Huacapampa, Huasmín, Lucmapampa, Chumuch y Sorochuco. Posteriormente, otra Ley del 18 de julio de 1857, dispuso considerar al Huauco en el “cuadro de Ley del mismo año para tener Municipalidad”.
Celendinos ilustres como Juan Basilio Cortegana, Leandro Pereyra Pita, José Burga, Manuel Pereyra Merino, José María Horna, José del Carmen Díaz y muchos otros residentes en la capital, lucharon para que el 20 de septiembre de 1862, el Congreso de la República Peruana apruebe el proyecto de Ley que creaba la provincia de Celendín, ley que fue promulgada diez días después (30 de septiembre) por Ramón Castilla durante su segundo gobierno, que resolvía elevar a la categoría de Provincia a Celendín, título que ostenta hasta hoy.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 001 – Edición julio de 2019]