Por: Eler Alcántara Rojas.

“Hay madres siempre sufridas

los caminos batallando,

sus sombreritos trenzando

día y noche abstraídas.

En las sombras más nutridas

piensan en aquel mañana

que acabe el fin de semana

con el fruto que ha llorado

y vivo se ha sepultado

volviéndola más anciana (…)”.

Autor: Jorge W. Izquierdo.

Famoso por su excelente calidad y fino acabado el sombrero de Celendín, emblema de nuestro pueblo, ha llegado a traspasar fronteras siendo reconocido en diferentes partes del mundo. El fino arte de tejer sombreros es por excelencia la actividad más importante que identifica a Celendín, un pueblo de amplias y rectas calles, de belleza inigualable que se combina con el azul de su cielo, la hermosura de sus mujeres, la dulzura de su espumante chocolate y la inteligencia de sus ilustres hijos.

De blanco marfil y fiel compañero, el sombrero celendino de paja toquilla es elaborado por las diestras manos de las celendinas que, con gran delicadeza, le van dando forma. Su acabado es –sencillamente- una verdadera obra de arte, admirado en el país y el mundo.

Quizás el aspecto negativo de la industria manufacturera del tejido del sombrero lo viven misérrimamente las sufridas tejedoras debido a que su confección obliga (cada semana) a madres e hijas a doblegarse sobre petates, mesas y hormas, de sol a sol y en muchos casos noches enteras, sin abrigo y con lamparines, para que finalmente –un domingo de madrugada- le paguen un mísero sencillo en medio de un drama silencioso que las acompaña desde hace mucho tiempo. Nuestras autoridades están obligadas a revalorar el esfuerzo de nuestras sombrereras, pero sobre todo los comerciantes mayoristas, que se enriquecen a costas del trabajo, sudor y sufrimiento de cientos de mujeres que tienen como única fuente de ingreso el tejido y venta del sombrero de paja toquilla.

SU HISTORIA

Dicen que la belleza nace del amor, pues fue el amor quien dio origen al famoso sombrero shilico. Corría el año 1831 y un romance estaba a punto de consumarse. Los jóvenes Baltazar Cotrina y Melchora Gonzáles huían de Celendín hacia el norte para poder cristalizar su ferviente deseo de unirse en cuerpo, alma y sagrado matrimonio, tras la férrea oposición que encontraron en sus padres. Luego de varios meses de intenso trajín, la joven pareja se estableció en Guayaquil, Ecuador, y tuvo su primer retoño. Del idilio amoroso surgió la niña María Josefa, quien al cumplir 15 años conoció al ecuatoriano Juan de Dios Solís Oviedo, llegando a enamorarse profundamente.

Sin embargo, al poco tiempo, los padres de María Josefa decidieron volver a su tierra de Celendín y con ellos la noble jovencita, que había prendado perdidamente al ecuatoriano. El amor de Juan era tan grande que no tuvo reparos en dejar su patria y fue en busca de su adorada María Josefa. Llegó a Celendín, la pidió en consorte y prometió que vivirían para siempre allí. Gracias a esta promesa los padres aceptaron el feliz matrimonio.

Un buen día, Juan encontró en los alrededores de la reciente laguna desaparecida de Celendín, al pie de las faldas del cerro Padre Rume, abundantes plantas de junco, buena materia para confeccionar sombreros. Con decisión, el 17 de junio de 1850, Juan y un grupo de amigos decidieron reunirse acompañados de manojos de junco y hormas para iniciar la confección de sombreros de paja, según lo había aprendido Juan en el Ecuador.

Posteriormente, un grupo de comerciantes celendinos, en su camino por las riveras del caudaloso Marañón, encontraron grandes cantidades de Bombonaje, planta que al cortarla en delgadas tiras y echarla al agua hirviente se enrolla en forma de junco. Los comerciantes llevaron la planta a Celendín para empezar a confeccionar los elegantísimos sombreros de paja toquilla, surgiendo así el fino arte de tejer sombreros.

ÍCONO DE CELENDÍN

El sombrero “shilico” es muy popular gracias a que muchos paisanos nuestros han recorrido el mundo llevando sobre sus espaldas grandes fardos de sombreros de paja toquilla. Han llegado a venderlos en diferentes países: Francia, España, Inglaterra, Portugal, Alemania, Italia, Egipto, y en casi todos los países de Latinoamérica. Cuenta la historia que hasta el propio rey Jorge VI de Inglaterra, quedó embelesado ante un elegantísimo sombrero shilico que le ofreció el filántropo celendino Augusto Gil Velásquez; de allí que también se lo conozca como el Celendín Hat, de inmejorable calidad si lo comparamos con el sombrero ecuatoriano Panamá Hat.

Durante el primer gobierno de Manuel Prado Ugarteche se organizó una Exposición de Productos de Artesanía Peruana. Celendín, evidentemente, presentó diferentes tipos de sombrero de paja toquilla: blancos, pintados, redondos, tachos, vaqueros, chalanes, calados y otros tantos, quedando demostrada la suficiente habilidad de las celendinas en este fino arte. Tal es así que el 6 de agosto de 1943 abrió sus puertas el Centro Artesanal de Paja Toquilla, con 30 alumnas interesadas en aprender la confección del sombrero shilico; sin embargo, el poco apoyo y el desinterés de las autoridades de turno obligó años más tarde su cierre definitivo.

SU CONFECCIÓN

La materia prima proviene de Rioja, provincia de la región San Martín. Se conoce comúnmente como paja toquilla o bombonaje, cuyo nombre científico es Carludovica Palmata. Es una especie perteneciente a la familia de las ciclantáceas, parecida al cartucho con la hoja palmeada. Los preparadores abren su tallo, cortan la vena desde adentro dejando hacia afuera la fibra. Luego se peina de la mitad para arriba, se ovilla y se hierve en grandes recipientes con esmero y cuidado, evitando mancharlo con el humo que emana de la combustión. Se seca y se vuelve a mojar para despegar las hebras. Se ata los manojos de 16 cadejos cada uno. El distribuidor los ralea, serena y moja para blanquearlo. Seca. Vuelve a mojar para otra blanqueada (4 veces), que se hace con bolas de azufre y goma que arden dentro de una máquina de blanquear manojos y recién llega a las tejedoras a un precio módico.

Con esta materia prima las tejedoras comienzan el tejido de la copa y del ala del sombrero. El tejido de un sombrero puede durar desde una semana hasta dos o tres meses, según su calidad y finura. En Celendín, las artesanas confeccionan sombreros extrafinos que requieren un prolongado tiempo y un número exacto de puntos en cada hilera del tejido.

Los instrumentos para su elaboración son la “horma de madera”, objeto circular a la medida de la cabeza y que sirve de molde del sombrero; la paja toquilla previamente procesada (semi elaborada); y, la goma de canaquil, que se obtiene de la sangre de árboles del valle y que se lo deja secar por tres meses para que tenga consistencia.

Su confección en sí, se da con tres clases de urdimbre: el “comienzo”, en el que son expertas nuestras artesanas sombreras, el “orillado” que lo puede realizar cualquier tejedora, y el acabado o enfrenadura que generalmente se realiza en talleres de la ciudad de Celendín.

En cuanto al último procedimiento, éste consiste en encarrujar el sombrero e ir formándolo hebra por hebra y para finalizar emparejarlo. Una vez que el sombrero está cortado, es lavado con detergente e inicia el proceso de blanqueamiento. Por cinco o seis horas es sumergido a un cajón conocido como “La Blanqueadora” en donde se utiliza azufre, albayal o litopón. Luego se deja secar y una vez seco se lo golpea con piedras para poder suavizarlo. Se utiliza carbón para plancharlo y obtener una textura lisa y es sacado a la venta.

Actualmente las tejedoras provienen de familias campesinas y las técnicas de tejido se transmiten a las niñas en el hogar, mediante la observación y la imitación, desde una edad muy temprana. Las técnicas y conocimientos engloban una trama social compleja y dinámica que comprende, entre otros elementos, las técnicas tradicionales de producción, diversas formas de organización social y el uso del sombrero como parte de la indumentaria cotidiana y festiva. Para las comunidades que la perpetúan, esta tradición artesanal constituye un rasgo distintivo de nuestra identidad y un componente de nuestro patrimonio cultural.

TIPOS DE SOMBREROS

En Celendín se confeccionan los siguientes tipos de sombrero:

  • TACHO: Horma ovalada en cono truncado.
  • REDONDO: Horma cubana, ojalillos en triángulo.
  • CALADO: Oval, adornos calados, sólo para hombre.
  • PINTO: Figuras con pajas de colores.
  • RIBETEADO: Con ribete de Marroquín blanco o marrón en la orilla, lleva correa con hebilla en la copa.
  • ESPAÑOL: Tipo señorito o sarita para hombre o mujer.
  • CHARRO: Estilo mejicano de poca salida.
  • BORSALINO: Cow-boy, ojalillos en línea.
  • GORRAS: De visera, llanas y caladas.
  • SOMBRERAS: Falda ancha circular o recortada en corazón o media luna, sólo para mujer.

PRODUCCIÓN

Se estima que la producción promedio de estos sombreros, es de 5 mil unidades al mes; es decir, aproximadamente 60 mil sombreros al año, que se venden en mercados de Celendín (Plaza Juan Basilio Cortegana), Cajamarca, Chiclayo, Trujillo, y otras ciudades de la sierra norte del Perú.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Revista Doré, septiembre de 2006.
  • Monografía “Celendín: Vida y Obra” – Jorge W. Izquierdo, 2002.
  • Monografía “Provincia de Celendín” – Pelayo Montoya Sánchez, 1992.
  • “La Artesanía del Sombrero” – Tito Zegarra Marín, 1987.
  • “Folclor vivo de mi pueblo” – Héctor Manuel Silva Rabanal, 2009.

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 002 – Edición septiembre 2019]

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