(Adaptación)

DESAYUNO:

Caldo verde, con sabor a paico del Río Grande, molido en batán de piedra y con chungo chocolatero, nutrido con papitas huagalinas ojonas, con sus lonjas de quesillo josegalvino jebe jebe, chicotea´o con huevitos de gallina carioca del corral de mi abuelita. Acompañamos con su rocoto quebrau con cuchara suda suda y pal valor… de grano mote pilpau o cancha paccha; y si se puede, humitas cuchas calentadas en lata o tiesto.

Asentamos con su chocolate siete colores, espumeante y sin shacta, pan de piso santarrosino, escuchando el Indio Mayta en mi radio a pilas.

ALMUERZO:

De entradita un tamal sorochuquino con manteca de coche y con dentro. Seguido de una sopa de menudo con harta tripa y ñates, o si el paladar lo exige una sopita de chochoca salpicada con huevitos lunta lunta.

De segundo, papa revuelta con su huacatay, acompañadas de un morro de chicharrones de chancho criollo, sin olvidar su infaltable arroz de trigo con alverjitas veraniegas. Todo esto con su fiel compañero, picoso ají molido en batán y recogido con dedo.

Pa´ cumplir, su retazazo de quesillo con miel llanguatina, de a dos soles el pomo, y pa´ no enfermarse su potochada de agua… vaya Ud., a ver.

MERIENDA:

Chocolate del Gallo Hervido, con galletas y roscas de La Viuda, queso prensao y paltas de Balzas o El Limón, o si te hace mal solo toma tu chocolate silbao.

CENA:

Calentao de la mañana y su agüita de toronjil… pa´ no gastar.

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 002 – Edición septiembre 2019]

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