Por: Eler Alcántara Rojas

Celendín, fastuoso y portentoso pueblo de la sierra norte del Perú, ubicado en un contexto geográfico privilegiado, asentado en las planicies de la otrora Hananchanpampa y circundado por sus telúricos cerros Jelij, Padrerume y El Guayao, vive durante el mes de febrero la fiesta más pomposa y popular de su calendario festivo: la tradicional fiesta del carnaval. En la tierra del Indio Mayta, bajo un límpido cielo azul, con calles rectas cual tablero de ajedrez, tienen lugar por estos días, las celebraciones más joviales del pueblo: el carnaval, evento que concita irrestricta atención de propios y extraños quienes ansían estas fechas con meses de anticipación.

En el pueblo de las mil y un fiestas, en medio del jolgorio y algarabía, los celendinos trotamundos, luchadores, intelectuales, polifacéticos, al lado de las mujeres más distinguidas y bellas del mundo, festejan y se divierten sin parar. Estas celebraciones carnavalescas, llenas de tradición y herencia ancestral, se viven con agua, polvo, serpentinas y pica-pica, acompañado de exquisitos platos típicos y asentado con un largo etcétera de tragos espirituosos.

¿CÓMO SURGIÓ EL CARNAVAL EN CELENDÍN?

El carnaval shilico se remonta a mediados del siglo XVIII, paralelo a la fundación de la Villa Amalia de Zelendín. La llegada de inmigrantes portugueses, judíos y españoles, venidos del Brasil, provocó nuevos estilos de vida para los ocupantes de esta comarca, instituyéndose las celebraciones del carnaval. La tradición romana, sustentada en la solemnidad hacia el Dios Saturno fue asimilado por los ocupantes europeos y que al llegar a Celendín y establecidos en estos predios, comenzaron a retomar sus usos y costumbres.

Los primeros celendinos celebraban estas fiestas de una forma ordenada, en un marco de respeto. Cuenta la historia que las señoritas de la época salían a la plaza de armas en donde con peroles con agua de gotera mojaban a todos los jóvenes transeúntes.

Los muchachos, con baldes, latas, tazones, ollas u otros depósitos, llenos de agua y globos inflados, recorrían las calles en grupos de amigos, buscando muchachas para mojarlas con el líquido cristalino, encajarlas unos cuantos globos en la espalda, el pecho u otros sectores corporales, dejándolas empapadas y tiritando.

De vez en cuando, la “víctima” era sumergida al fondo de alguna acequia, que por aquellos años se encontraba en medio de la calle, portando aguas negras; y este acto salvaje era muy comentado, festejado y celebrado por el grupo de chiquillos que también se sumaban a la algarabía. ¡Batán, batán!, eran los gritos que arreciaban en las calles.

En antaño se utilizaban “jeringas” confeccionadas de carrizo, con “bitoque” de madera, envuelto en uno de los extremos de este, un pedazo de tela, para hacer el ajuste más adecuado y preciso.

LAS PATOTAS Y PATRULLAS

Por las noches, durante las tradicionales “patotas”, en donde se anunciaba que el barrio estaba preparado para el ingreso triunfal del “Ño Carnavalón”, se usaba talco, polvo o en muchos de los casos harina, destinados al amasijo del pan, que se almacenaban en las casas. Estos costalillos de harina se veían mermados, por el traslado incesante de su contenido al bolsillo de los muchachos, quienes luego lo arrojaban a la cara o al cabello de las damas.

Las inmemorables patrullas, celebradas durante cuatro días, colmaban de entusiasmo la celebración popular. Estas comenzaban al mediodía del sábado y se prolongaban hasta la madrugada del siguiente día. Cada Patrulla estaba conformada por 15 o más amigos, distribuidos en varios grupos. Así, se tenía la Patrulla de los Comerciantes o los Viejos; era un grupo de amigos de 50 años a más, quienes acompañados de la Banda de Músicos de la época salían en algarabía e iban por las calles de la ciudad, en columna de a tres, pintarrajeados de blanco u otro color, con el cabello desordenado, conteniendo gran cantidad de talco, pica pica o mixtura, y portando un grueso collar de serpentinas enrolladas por el cuerpo y cuello. Avanzaban con sus respectivas “copitas” bien colocadas y palmeando al son de la impactante música de nuestro bello y alegre carnaval.

Otro de los grupos, conformaba la Patrulla de los Jóvenes que contaba con la participación musical de la orquesta de don César Díaz Dávila o la de don Juanito Vargas; además de contar con Miguel Díaz Dávila y su acordeón mágico, del que sacaba las tonadas más melodiosas y cautivantes que mente alguna pueda imaginar, acompañaba en armónico y perfecta compañía su hermano Julio.

Del mismo modo, se tenía la Patrulla de los Colegiales, conformado por los estudiantes del nivel secundario que recorrían la ciudad entonando afectivas coplas a las señoritas. Por aquellos tiempos también participaban de las celebraciones la Patrulla de los Trabajadores Manuales, así como la memorable Patrulla de Colpacucho, hoy barrio El Rosario.

En las casas seleccionadas para el recibimiento de las patrullas se hacía un trabajo arduo, como la preparación de la chicha de jora, elaborada en barriles para poder proporcionar a todos esos buenos bebedores.

LAS CUADRILLAS, BANDERAS Y UNSHAS

Otro matiz del carnaval shilico lo conformaban “Las Cuadrillas”, adornos o artefactos de papel, que llevaban dinero y según la tradición shilica, quien bailaba, bajaba o jalaba la cuadrilla, tenía la obligación de retribuir el doble de lo gravado el próximo año.

La cuadrilla se asociaba a un baile tradicional que en el Celendín de hoy ya no se baila. En el colegio Javier Prado, cuando era mixto, las chicas de la sección de mujeres –hoy colegio Nuestra Señora del Carmen- bailaban la cuadrilla y esta danza requería de ocho parejas, entre jóvenes y señoritas alternativamente en columnas, para luego bailar en círculo. La cuadrilla carnavalesca, era el adorno que se colocaba con dinero para bailar el shilaló y ha sido uno de los bailes típicos de Celendín.

De la originalidad del celendino también surgieron las populares “Banderas”. Estas, que aún existen con el paso del tiempo, son creaciones típicas de Celendín, conformada por banderas de pañuelos multicolores, permitiendo que alrededor suyo se dance y se baile. Tumbada la bandera, los niños y presentes disponen de un pañuelo para bailar.

Mientras que las Unshas o Yunzas, se relaciona con la fiesta del Tumba Monte de Huancayo y muchos pueblos del sur del Perú. Esta es una fiesta que está asociada al carnaval, yuxtapuesta o agregada, prueba de ello se realiza una celebración de la unsha muy distante de la fiesta del carnaval y que lo hacen coincidir con el sábado de gloria de la cuaresma en la fiesta de los “huarcos”, que no son más que regalos que se ponen en un árbol.

Tradicionalmente en Celendín la tumba de Unsha se realiza por los miembros de la comunidad con la responsabilidad de reponerlo el próximo año. Los responsables son los llamados mayordomos y en cada parada o tumba de unsha pueden intervenir uno, dos, tres o cuántos puedan inscribirse en la mayordomía.

Tampoco se sabe a ciencia cierta, desde cuando se instituyó la presencia de soberanas o reinas del carnaval. Lo que sí es seguro es que su incursión en las celebraciones le ha dado desde entonces un sentido virreinal o feudal.

EL ORIGEN DEL CILULO

Todas las celebraciones carnavalescas, se han caracterizado por las infaltables coplas, cuya finalidad era resaltar las características, los vicios, los errores y las atrocidades cometidas en este pujante pueblo. Era el vecindario quien se manifestaba con ese espíritu crítico y ocurrente al entonar graciosas coplas carnavalescas.

Es en ese contexto donde surge la letra del carnaval celendino, caracterizado por su fuerza telúrica y muy animosa. La música del carnaval celendino daba sus primeros frutos cuando empezó a adquirir su propio ritmo, letra y compás, consagrándose como un género literario musical con estilo propio. Así lo corrobora la conocida melodía “El Shilaló” que fue estrenada el 20 de febrero de 1904, cuando era alcalde de Celendín don Darío Merino. En la plaza de armas, el Director de la Banda de Músicos de Celendín, Guillermo Moreno Graus, cantaba junto al pueblo “arriba caballo blanco, shilaló, sácame de este barrial, guayluló (…)”; seguida de la melodiosa composición “muy alegre ha venido el carnaval, trayendo yucas y cañas de Llanguat; ha preparado en los Blancos su talco, para con todos jugar en Celendín (…)”. Fue así como este ritmo melodioso, alegre y contagioso llegó a consagrarse como la joya musical más importante en la región Cajamarca.

En el libro “Crónicas y Leyendas de Cajamarca” del escritor Carlos E. Quevedo, se establece claramente que el Cilulo o Shilulo, es una composición nacida en Celendín y no en Cajabamba como sus habitantes nos han querido hacer creer.

“Por los años sesenta del 1900, apareció como primicia una canción carnavalesca muy pegajosa y salerosa, gravada en disco de 45 revoluciones, hecha por un trio celendino llamado Los Yungas, canción que la titularon: “Carnaval de Celendín”. Inmediatamente tuvo una gran acogida y demás provincias del departamento, para luego extenderse a nivel nacional”.

Guillermo Moreno Graus, efectivamente nació en Cajabamba, pero vivió en Celendín por más de 20 años, incluso se llegó a casar y tuvo descendencia. Hijo de don Cecilio Moreno y de doña Calixta Graus, naturales de Algamarca, nació el 2 de enero de 1862 y fue criado por una tía hermana de su papá, quien lo bautizó con el nombre de Guillermo el 13 de diciembre de 1863.

Entrados los primeros años de 1900, don Nemesio Calderón, cajabambino de nacimiento, había sido nombrado subprefecto de Celendín, quien conocedor de los dones musicales de don Guillermo, lo contrató y lo trajo a Celendín para que formara una banda igual a la que había en Cajabamba. Guillermo ni corto ni perezoso, formó otra extraordinaria banda y también contrajo nupcias con la dama celendina Antonia Aliaga, con quien tuvo dos hijos. Gracias a su estadía en Celendín, Moreno se contagió del ritmo del cilulo y lo interpretó musicalmente en la plaza de armas de esta ciudad.

EL CILULO: EXPRESIÓN ARTÍSTICA Y MANIFESTACIÓN DE IDENTIDAD CELENDINA

Esta composición de alegre melodía, oriunda de esta tierra shilica fue declarada como patrimonio cultural inmaterial de la provincia de Celendín en enero del 2019.

El entrante alcalde provincial de Celendín José Ermitaño Marín Rojas, firmó la Ordenanza Municipal N° 01-2019-MPC/A, declarando al “Cilulo”, como expresión artística cultural local de esta provincia y manifestación de identidad celendina. El cilulo ha sido y es una de las composiciones carnavalescas más famosas de todos los tiempos, interpretado por un sin número de artistas, en diversos géneros musicales y en diferentes países del mundo.

Para evitar que otras personas se adueñen del titularato del cilulo, debido a que por años los cajabambinos lo reclaman como suyo, el alcalde Ermitaño Marín invocando a la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y a la Ley N° 282926, Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación, resolvió en enero del 2019 declarar al cilulo como “expresión artística local comunicando al Ministerio de Cultura para su registro correspondiente”.

El documento recoge varios argumentos, entre ellos, que cuenta con una expresión artística propia, reconocida en composiciones tradicionales, utilizadas en festividades del carnaval y otras fechas de conmemoración tradicional. “El cilulo, composición de antaño cuya interpretación es común en todas las conmemoraciones artísticas y tradicionales, debe ser reconocido como expresión cultural de nuestra provincia y –de ese modo- se pueda dar el valor y tratamiento que corresponden a tal manifestación popular”.

Ahora solo falta que las autoridades de turno hagan lo suyo y gestionen el expediente ante el Ministerio de Cultura para el cilulo, al igual que ocurrió con nuestra tradicional danza de La Guayabina, declarada “Patrimonio Cultural de la Nación” en diciembre del 2019.

LETRA DEL CILULO

¡Ya viene el carnavalito, ciluló,

después de haberse paseado en Llanguat!

¡Ya llega el carnavalito, ciluló,

por la cuesta de Shururo, guayluló!

¡Arriba caballo blanco, ciluló,

sácame de este barrial, guayluló!

CORO

¡Chilalito, chilalón,

qué bonito el carnaval!

¡Chilalito, chilalón,

qué bonito es Celendín!

¡Porque se juega y se baila, ciluló,

Con guitarra y con cajón, guayluló!

¡Unos ojitos he visto, ciluló,

por esos ojitos muero, guayluló!

Me han dicho que tiene dueño, ciluló…

¡Con dueño y todo la quiero, guayluló!

¡Arriba caballo blanco, ciluló!

¡Sácame de este barrial, guayluló!

No cabe duda que el carnaval celendino, al igual que en muchas otras regiones del Perú, se impuso como una exigencia social con matices propios, que varios siglos después de su llegada, se ha convertido en la herencia emocional más significativa de todo carnavalero. Es el carnaval una de las pocas celebraciones perpetradas en el tiempo y que con el devenir de los años seguimos palpando y acariciando en el presente; manifestación que en un futuro no muy lejano constituirá un recuerdo entrañable.

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 006 – Edición enero 2021]

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí