Por: César Ulises Jhosúa Linares García.

Se miraba fijamente en la límpida agua de la Laguna “Shira-Shira”, hermosa maravilla que quedaba muy cerca de su pueblo, era ya un jovenzuelo con sueños de aventura, eternamente enamorado de la bella y joven Ariana; aunque ella no lo sabía a pesar que eran muy amigos. Sus pensamientos, igual que su mirada, estaban perdidos en el reflejo de las traviesas aguas que lo envolvían fantásticamente, pues veía a su amada emerger de las profundidades y al salir desbordando con frenesí con frágiles caídas del agua por su espigado cuerpo se acercaba y con sus pálidas manos acariciaba su ensortijado cabello de Shuata.

Para explicar lo que sucedía nos vamos a transportar en el tiempo a una pequeña ciudad, en la sierra peruana, inigualable en sus parajes y paisajes de ensueño, Zelendín, en la cual vivían estos jóvenes. Era su mundo de fantasía, pero de felicidad, pues convivían con una naturaleza propia de un paraíso en la tierra, los bosques extensos se perdían a la vista en extensiones increíbles. Lagunas, riachuelos y puquios, complementaban la maravilla de la creación de Dios. Aunque no todo era felicidad y tranquilidad, porque las comunidades aledañas a este lugar vivián en disputa por tierras y riquezas que poseían.

Zelendín no era una comunidad muy grande, se lo conoce como una comarca, admiración de propios y extraños por su ordenamiento y diseño, trazada con mucha habilidad por sus ancestros; sus calles formaban un damero de ciudad, anchas y limpias. Su gente se dedicaba preponderantemente a la agricultura, realizaban fiestas tradicionales en las que participaban todos los niveles y sectores de la comunidad. Los jerarcas, que así les llamaban a los Ancianos que gobernaban la comunidad, eran personas muy respetadas y lo que decían o disponían se cumplía sin ninguna objeción.

Parte de la enseñanza de los ancestros era cuidar la naturaleza, por cuanto ellos decían que era el legado que su Dios les dio como encargo y que, si ellos descuidaban o desprotegían, en castigo les traerían grandes plagas y desdichas. El respeto dentro de la comunidad era también parte de los valores que traían en su formación.

Cuando nació Shuata, que significa joven extraordinario, los jerarcas enviaron regalos a sus padres en señal de bendición, deseándole que cuando llegue su momento tendrá que ser parte de sus protectores. Desde muy niño demostró contar con dones y habilidades que no tenían los otros niños, travieso como todos corría por los campos y las campiñas. Cierto día divisó a lo lejos algo que se movía, color blanco, posiblemente algún animal que vivía por allí. Con mucho cuidado para no ser visto, se acercó detrás de unas cercas y poco a poco fue sacando la cabeza para ver de qué se trataba. ¡No podía creerlo! Le entró un temor profundo, sus piernas comenzaron a temblar igual que todo su cuerpo, era alucinante lo que pasaba; a pocos metros veía a un pequeño animalito que alrededor de unas centellas comenzaba a crecer y cambiar de formas increíbles, se convertía en un bello corcel blanco, con patas llenas de pelaje que lo adornaban y trotaba con un garbo increíble, luego regresó a su forma original, nuevamente el centelleo y se transformó en frágil venado, con pintas amarillas y de tono plateado, que con saltos corría alrededor del paraje, pero nuevamente regresó a su estado natural y pudo deducir que se trataba de un conejo mágico. La verdad, no se explicaba lo que estaba viendo, incluso le entró un miedo de que este ser se percate de su presencia y pueda atacarlo o qué hacerle. Estaba sinceramente ensimismado, pero maravillado por todo el espectáculo que veía y que no daba crédito a su razonamiento.

A la par de lo que veía comenzó a cruzar por su cabeza una serie de interrogantes. ¿Era el mismo demonio o el duende de los parajes o algún Dios o ser divino?; en eso sintió que el animalito había notado su presencia y en un cerrar y abrir de ojos se esfumó, dejando algunas partes de su hermoso pelaje blanco como los copos de nieve. Cuando quiso reaccionar ya era tarde, no supo de dónde vino, qué era en verdad y por dónde se fue. Comenzó a buscar por todos los lugares de la inmensa campiña, pero el silencio lo dijo todo, no había nada y pensó que solamente sería una ilusión o quizás estaba soñando.

Regresó más apurado que otros días, pues él siempre solía ir a esos bellos lugares porque se sentía lleno de vida al estar con la naturaleza. Al llegar a su casa, sus padres le preguntaron dónde había estado, aunque ellos ya se imaginaban que se la pasaba muy cerca del campo; y, efectivamente, él con una sonrisa picaresca les dijo: —¡Estaba jugando en los lugares de siempre, en los parajes y bosques de Pumarume!, —contestó.

Llamado así el hermoso lugar, Pumarume significa “León de Piedra” y es un paraje enclavado en un cercano lugar de la comarca de Zelendín.

Ya era un poco tarde, así que pensó en levantarse temprano al día siguiente y correr a ver a su amada Ariana. Plácidamente al caer la noche, su mente estaba casi petrificada con la imagen de la bella chica, pero no podía olvidar lo que había pasado y visto, poco a poco sus marrones ojos se cerraban con el trance del sueño hasta quedar profundamente dormido; cuando de repente, se vio otra vez en medio del paraje, sorprendido y sin saber cómo llegó hasta allí. Con un poco de miedo que comenzó a invadirle quiso correr, pero escucho dentro de él una voz agradable que le dijo: —¡Hola Shuata, soy Nejito, al que hoy viste y descubriste mi secreto! Él, más sorprendido le contestó —¿Y también hablas?, pero si eres un pequeño animalito, ¿cómo es que haces todo eso?, ¿en dónde estás que no te veo?, ¿cómo es que nadie te ha encontrado?, ¿tienes dueño?, ¿qué eres en verdad? Quedó un silencio y él pensó que todo había sido producto de su imaginación, pero luego de una pausa nuevamente escuchó, esta vez con una pequeña sonrisa para luego decirle: —¡No, no te has imaginado lo que has visto! Soy un ser mágico, soy un conejito, como te decía, llamado Nejito, pero fui convertido así por el hechizo de un malvado gentil, de otra comarca, que quiso castigar a las familias de estas tierras, porque la hija de él se había enamorado de uno de los hijos de los lugareños. Este gentil era un hombre con poderes que le habían dado las sombras de la noche y que, en castigo a esta ofensa, convirtió a quien se había enamorado de su bella hija en un ser indefenso, agradable, pero que viviría por la eternidad en los parajes de su comarca, vagando y convirtiéndose en bellos animales, pero nunca teniendo el cariño de nadie. Su odio creció más al ver que su hija murió de pena por la desaparición de su amado. Han pasado muchos años y esa es mi vida, esa es mi historia, solo busco que termine mi castigo, aunque fue una maldición para la eternidad, tengo fe en que llegará ese momento y vaya al encuentro de la mujer a quien siempre he amado. Ahora tú has descubierto mi secreto y tendrás que cambiar el destino de la comarca, tú has nacido para guiar a las nuevas generaciones, tu tendrás que luchar porque se olviden los odios entre comarcas y eso hará que rompa la maldición del gentil y yo pueda ser librado.

Aunque solamente escuchó la voz triste, no logró ver al ser tan misterioso que lo había impresionado. En esos momentos, cuando quería buscarlo, bruscamente se despertó y se encontraba sudoroso abrazado de su almohada; entristecido pensó que había sido solamente un sueño, pero estaba seguro que lo que vio la anterior tarde fue todo lo contrario. Eran aproximadamente las 8 de la mañana.

Todos los días ayudaba a sus padres alimentando y pastando a los animales, además de regar los pequeños sembríos que tenían en la comarca. De los productos que ellos cosechaban, aportaban a sus Jerarcas, que gobernaban en su pueblo.

Ya entrado el atardecer y con el bichito de la preocupación e intranquilidad, pensando en lo acontecido, decidió ir a ver a Ariana. Ella vivía muy cerca de su casa, así que se encaminó hacia allá. Al llegar, se olvidó de todo y su corazón sintió unos latidos especiales al verla, se acercó y la abrazó fuerte arrumándola a su pecho; ella, que sentía lo mismo por él, respondió con vehemencia, luego se miraron fijamente a los ojos y se fueron lentamente acercándose, en ese momento escucharon la pregunta de su madre: —¿Hija, con quién estás? Ella, un poco sonrojada y nerviosa contestó: —¡Con Shuata, mi amigo! La mamá de inmediato replicó: —¡Ah qué bien!, salúdalo y dile que es bienvenido. Los padres de ella le tenían muy buena estima lo que hacía mucho más interesante su propósito y latir fuerte su corazón.

Corrieron y jugaron hasta cansarse, olvidándose por completo del extraño suceso. Luego de varias horas al fin tomaron descanso y sobre unos troncos de madera, muy cerca el uno del otro, suspiraron y soltaron una alegre sonrisa, coqueta pero muy sincera. Nuevamente se miraron hasta el cansancio sin saber qué decir, hasta que él decidió rompió ese silencio. —¡Quiero contarte una historia, aunque quizás te parezca que ha sido imaginación mía o que posiblemente fue sólo un sueño!, —le dijo. Por su parte y aunque un poco intranquila, ella accedió a escuchar cada instante de su historia. El muchacho en un principio pensó que su adorada compañera se iría a burlar de lo que estaba a punto a contar, pero luego asentó con la cabeza y comenzó a narrar el raro suceso que le tocó vivir el día anterior, incluso llegó a confiarle lo que había soñado y la revelación hecha por el mágico ser, pidiéndole ayuda para terminar con la maldición del gentil.

Ella con una sonrisa, no de burla sino de comprensión, atinó a decirle: —Posiblemente te has imaginado tan bella historia, pues tu corazón está lleno de bondad y grandeza, siempre he visto en ti una persona con nobles sentimientos y por eso has vivido en tu imaginación esos acontecimientos. Pero, es bueno que lo tomes como si fuese una experiencia o un mensaje divino, sería muy bueno que vayamos por los lugares que estuviste ayer y veas que todo ha sido una linda fantasía.

Y tomándole de la mano lo guio hacia el campo. Él, muy tranquilo por la presencia de ella y por las bellas palabras dedicadas, silencioso la siguió y caminaron con la sonrisa cómplice que se reflejaba en sus rostros. Tras caminar por varios minutos detuvieron su marcha cuando él exclamó: —¡Fue aquí, yo estaba detrás de la cerca, para ver que era el sonido y los movimientos que había percibido, cuando apareció en curioso ser!

Sin embargo, al observar el paisaje solo pudieron ver una verde campiña adornada de flores y frondosos árboles acompañados del trinar melodioso de pajarillos. Suspiró profundamente y con una sonrisa tranquila prosiguió: —¡Tenías razón, era mi imaginación, soy posiblemente muy soñador, pero, en fin, me hubiese gustado que fuera real!

Extendió su mano, cogió la de ella y dio media vuelta para regresar, pero cuando estaban a punto de iniciar su regreso, escucharon un pequeño ruido, dirigieron entonces hacia allí su mirada rápida y no podían creerlo, era “Nejito”, con el blanco colorido de su pelaje, parecía un copo de nieve, que saltando y saltando se acercó a ellos. No fue necesario escuchar palabra alguna, sintieron en su pensamiento que él les hablaba: —¡Los estaba esperando, sabía que vendrían! Ella, más que él, estaba sorprendida e impresionada que no atinaba a reaccionar, luego de unos instantes comenzó a respirar pausadamente y preguntó: —¿Es verdad lo que sucede? —Como diciendo que es real, el conejito movió la cabeza y sus bellos ojos se cerraron y abrieron en señal de confirmación. Cogieron su frágil y pequeño cuerpecito y lo levantaron, con mucho cuidado lo acercó a su pecho ella y suavemente acarició su blanco pelaje. Sin que diga algo el pequeño y como si se hubiesen conocido de siempre, comenzaron a relatarle sus hazañas, sus aventuras y los acontecimientos de su comarca y su gente.

Y así pasaron los días y los meses. A medida que transcurría el tiempo esa amistad y relación se hacía más fuerte. Pero cierto día mientras él esperaba a Ariana en la campiña, ésta nunca llegó. Ni él ni Nejito comprendían el por qué ella no llegó a su habitual cita de amistad. Lo que preocupó más a Shuata es que percibió que algo más estaba ocurriendo. El pelaje blanco de Nejito se veía maltratado y un poco descolorido, aunque el no dijo nada, pero le preocupó. Se despidió ofreciéndole que al día siguiente regresaría con ella para poder verse de nuevo. Luego, con prisa apuró el paso y se dirigió a la casa de la chica. Al llegar a la puerta de su vivienda, que se encontraba entreabierta, asomó la cabeza y llamó por su nombre, pero en vez de ella salió su madre y con los ojos llorosos le dijo: —¡Es Arianita, se puso muy mal, la hemos llevado a los curacas y nos han dicho que ya no se puede hacer nada, tiene solo días de vida!¡Nunca te dijimos, ella tiene una enfermedad mortal, que sabíamos llegaría en cualquier momento!

Lo que acababa de escuchar no podía creerlo, era injusto que a la persona a quien amaba con todo su ser le suceda eso, pensaba que era mentira o quizás estaba soñando. Sus ojos se llenaron de lágrimas y antes de gritar con todas sus fuerzas, se dio media vuelta y corrió, desesperado, hasta la campiña. Allí buscó por todos lados a su pequeño amigo, tenía que compartir su dolor con quien había llegado a tener la mejor amistad del mundo. Pero, al encontrarlo, vio que Nejito no podía moverse y que sus pequeños ojos estaban casi cerrados, lo levantó y lo apretó a su pecho preguntándole: —¿Qué es lo que pasa, ella se está muriendo y ahora tú también te vas?, por favor no me dejen sólo, no me abandonen, yo los amo más que a mi vida.

Repentinamente, las centellas cubrieron el frágil cuerpecito y dirigiéndose a Shuata, diciendo: —¡Gracias! ¡Gracias por haberme demostrado la belleza de la amistad y el amor!¡Con lo que hicieron han roto la maldición del gentil y ahora soy libre para reunirme con mi amada en el paraíso de la naturaleza! Como gratitud eterna mi vida será el soplo de vida para Arianita, corre, búscala, que tienen derecho a vivir. Sean felices, cuiden nuestros campos y la naturaleza, conviértete en un Curaca, justo y valiente, sabio y bondadoso. Protejan sus manantiales y bosques, que son la bendición que recibieron los seres humanos.

Y luego, el centelleo comenzó a perderse, hasta que poco a poco desapareció por completo. Entonces, él emprendió una veloz caminata hasta dónde vivía Ariana. Llegó, la vio y cuando eso pasó, su corazón se llenó de inmensa alegría pues al abrazarla sintió que ella estaba sana, que había pasado la maldición y que comenzaría una nueva historia en la comarca…en los parajes de Pumarume.

Hasta hoy los niños y la gente del lugar dicen que en los campos y en los parajes ven correr y saltar alegremente un bello y blanco conejito que se pierden en el inmenso y verde bosque que existe en ese hermoso paraje.

 Este pequeño cuento es en homenaje a nuestra naturaleza, la vida de los seres humanos.

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 008 – Edición Octubre 2021]

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