Por: Jorge Wilson Izquierdo Cachay.

La inspiración ilumina el entendimiento y toca la sensibilidad. El mundo está hecho por inspiraciones desde que el hombre apareció en la Tierra, haría más de un millón de años suponiendo la cantidad de cosas que iba a emprender sobre la base de sus inmediatas necesidades, de las que muchas se proyectan y/o descubren hasta en nuestros días.
Y desde aquel entonces remoto, las exigencias espirituales calaron en su intimidad, en lo inmaterial, y hubo de echar mano del arte que en lo subconsciente gestaba a la poesía, canto, danza, pintura, cuentos y leyendas, etc., llegando a forjar su bagaje cultural. Y, al descubrir la escritura, ideó la trasmisión hacia su entorno: es que la poesía, por ejemplo, «es el himno obligado de todas las glorias humanas y divinas” como ente vital de belleza, idealizando y afinando sensaciones y sentimientos.
España, en particular, allegó a su génesis poética con «El cantar del Mío Cid» y, por aquí, en nuestras andenerías, se rescataba “El Ollantay». Y como muchos imperios tuvimos nuestros trovadores y ambientes para representaciones públicas donde se cantaba, danzaba, se hacía teatro y declamación, campeando la inspiración que obliga a crear, a despertar sentimientos de amor, patriotismo y valores de trabajo, veracidad y honradez.
Acá, nada se conoce de poesía aborigen celendina. El fundador Baltazar J. Martínez de Compañón, la prefería y el sacerdote José Cabello, escribía versos alejandrinos. De allí que nuestra producción se enmarcó dentro de las corrientes surgidas en el viejo mundo y mucho más tarde en las de nuestro continente. En la república desde 1821, aparecieron el costumbrismo, romanticismo, modernismo, indigenismo, vanguardismo y la poesía marginal, en cuyas denominaciones tenemos dignos representantes.
Por vía oral se conoce algunas leyendas, pero ya de Manuel Pasión Zegarra Horna, nacido durante la gesta libertaria, se leía “Los sueños de Teófila» y «Poesías del Amazonas», con un intervalo hasta el “900 en que aparece Pedro Ortiz Montoya con escasas poesías. Entre los siglos XIX y XX, tenemos a Vicenta Bazán de Araujo y posteriormente Armando Bazán, quien sufrió prisión y destierro, autor de «La urbe doliente», biógrafo, diplomático, fallecido en Lima.
Dentro del modernismo tenemos a David Sánchez Infante (Sorochuco), fundador de «Integridad», educador, músico y poeta que no llegó a publicar en forma de libro. Juan Tejada Sánchez (Celendín, «Juatesán”), autor sensible de «La ronda de los niños descalzos», falleció en Lima. Un poco antes Marcial Silva Pinedo (Celendín, «Osmandias»), rescatado en algo por revistas shilicas en Lima, donde murió; Wálter Linares Zegarra (Celendín), con poesías y su novela “Alegorías del amor” y el poema «Sinfonía celendina». Pedro García Escalante (Huacapampa, «El Búho»), con temas de sabor terruñal. El arqueólogo Moisés Chávez (Celendín), con estudios bíblicos, filosóficos y de historia y espontánea poesía y dibujante estupendo… Y en la época contemporánea surge Nazario Chávez Aliaga (Sucre), periodista, político, autor de «Parábolas del Ande» (poesía), otros libros y su medular «Cajamarca», vanguardista – indigenista.
Prosigue Julio Garrido Malaver (Oxamarca), confinado a El Frontón por política, narrador, poeta con su obra más difundida «La dimensión de la piedra», cuentos y novelas. Vidal Villanueva (Sorochuco), con sus poemas «Baladas de la sangre” y «Río de ausencias». Jorge Díaz Herrera (Sucre), obras en prosa, poesía y crítica, radica en Huarochirí. Jorge Horna (Celendín) y su poemario «Llueve a cántaros» y «Árbol de atisbos», docente y periodista. También de Sucre Gutemberg Aliaga Zegarra, portando «El sueño del floripondio», «Hebras del tiempo» y narrativa. Aquí un propósito loable de Aliaga sobre una antología poético – narrativa provincial con motivo del bicentenario de nuestra independencia (2021), dados sus buenos oficios como regidor municipal de Celendín.

Y anotamos también a Bonifacio Marinas (Sucre, «Bómaca»), poeta de «Imagen del recuerdo», «Mancha», «Dimensión del verso”, etc. Fue alcalde distrital y hoy radica en Cajamarca.
Y mencionamos a Daniel Quirós Amayo, por sus estudios de historia y poesías como su «Canto a Kuélap”, la fortaleza de Amazonas. Además, José N. Pereyra Abanto que a partir de sus «Redoble en las alturas» y «Vuelos a ras del mundo», ha dado otras obras con estro de calidad y galardonado. Juvenal Vilela, inagotable metaforista de «El lado azul de la luna», «Danza de mariposas” y «Razones para llamarte soledad»: promotor de la antología una Semana en Seis Días, galardonado en eventos literarios. James Delgado Lobato, poeta de «Canto y llanto por la madre», «Campoazul», entre otras. Igualmente, Walter Castañeda (Cortegana) con su libro «Revelaciones del quishuar” y llegó a ser consejero regional; y, Alejandro Villar (Chalán, Miguel Iglesias) con «Los ejemplos del abuelito Juan». A su vez Daniel Gil (Celendín), abogado con «Caminos de a pie» y «Como la rama oculta del arcoiris», articulista e integrante de Kulturas y Zahorí. Luego Gualberto Cruzado y sus entregas de «Humareda», sus versos en «Lorito vegetal» y «Preludios del viento», residente en Lima.
Nuestras poetisas en escenario propio, resaltan Antonieta Inga del Cuadro, lingüista, autora de «Otra armonía todo» y su delicada voz de brisa. Luego las inclusivas con libros o sin ellos Irene Pereyra Sánchez, Hermila Torres, Luz Chávez, Elva del Carpio, Maricha, Mary C. Oyarce, etc., volcadas al terruño y su diafanidad.
Manuel Ibáñez Rosazza, dijo aquí (en una conferencia) que la mayoría de autores celendinos, escriben lejos de su tierra natal, quizás por ese anhelo de recorrer el mundo donde son reconocidos, mientras Celendín sigue siendo cantera de arte y oficios. Algunos ya consagrados como Alfredo Pita, novelista laureado, Jorge A. Chávez «Charro» y su tocayo Jorge A. Chávez Izquierdo y, en narrativa y poesía, Manuel Sánchez Aliaga que ha rubricado «Pláticas del viento” y «Resplandores en la bruma»; promotor cultural de teatro, periodismo, danza, exposiciones, etc. Ars longa vita brevis: el arte es largo, la vida breve. Stop.
BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA
- Rev. “Amauta”, Lima – 1928.
- Rev. “Integridad” – 1926, 1930.
- Rev. “Amanecer” – 1965
- Rev. “Ahora Celendín” – 1965.
- Antología Poesía Cajamarquina, INC – 1967.
- Revs. “Renovación” y “Marañón” – 1970, 1974.
- Ant. “Poetas de Cajamarca”, Luzmán Salas – 1986.
- Mens. “Órbita”, Lima – 1970.
- Rvs. “El Trotamundos” y “El Labrador”, Lima y Sucre.
- “Celendín, verba nostra””, de Jorge Wilson Izquierdo, (inédita).
- Obras de autores celendinos.
- Archivos varios.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 001 – Edición julio de 2019]