Por: Gutemberg Aliaga Zegarra.

¿De dónde vino?…

¿A dónde el camino irá?…

El mudito Pepe meditabundo está.

Un día de Dios

apareció el mudo Pepe

con sus pertrechos bajo el brazo

exhibiendo el verde-mustio

en el fulgor jubiloso

de sus apacibles ojos.

Los huérfanos bolsillos

de su andrajosa vestimenta

permanecen arracimados

en un mutismo absoluto

de su tosca humanidad.

A intervalos se escucha

un sordo y débil pujido

y una torpe sonrisa

devolviéndole a la gente

un atisbo de su gratitud.

Cuando el sol del mediodía

se aploma en las calles soledosas

el pueblo se amodorra…

entonces… el mudo Pepe

esbozando una mueca de tristeza

y gritando pobreza en su vestir

a paso lento va…

bajo la mirada piadosa de Dios.

En la maraña de la noche

busca abrigo por doquier

ovillándose en el suelo

con sus reales vestimentas

desgarrada por los años

bajo el manto protector

del Eterno Hacedor.

10

En la copa frondosa

de un viejo capulí

un alegre y negro zorzal

ensaya melodías con frenesí.

Avisador de madrugadas

y de embrujados crepúsculos.

Cantas en las ramas del sauce

mecido por el viento cotidiano.

Entonas en la orilla del río

notas de la escala musical.

Cantas en lo alto del eucalipto

una oración de desafío al infinito.

Cantas en los florecidos maizales

arpegios de dulzura del maíz.

Predices mil faenas

bajo la neblina auroral

que es lisonja de alborada

sobre los surcos del maizal.

En el cerco de zarzamoras

de la falda escabrosa

un heráldico zorzal

su pentagrama esboza.

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 005 – Edición septiembre 2020]

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