Por: Héctor Manuel Silva Rabanal.

Cuando el Perú quedó libre del yugo español las ocho Intendencias, en que territorialmente se dividía el Virreynato, quedaron convertidas en siete Departamentos. Uno de ellos fue La Libertad, con su Gobernador Político y Militar el marqués José Bernardo De Torre Tagle, el cual muy entusiasmado proclamó la Independencia de su Departamento el 29 de diciembre de 1820, incentivando a la vez a todos los pueblos que pertenecían a su jurisdicción para hacerlo.

Es así que la “Villa Amalia de Nuestra Señora del Carmen de Zelendín”, como consta en el Acta correspondiente, proclamó su independencia del poder hispano un día glorioso del 6 de enero de 1821; luego de escuchar en Cabildo Pleno la superior orden del Gobernador de Trujillo Marqués De Torre Tagle. Este había enviado una misiva con fecha 27 de diciembre de 1820 y recibida en esta el 5 de enero de 1821, con la cual se dirigía al Jefe Político y Militar de la Villa Amalia de Zelendín, Teniente Coronel de Milicias, Juan de Burga; empezando con los siguientes términos: “Llegó por fin el venturoso día en que los habitantes ilustres de Trujillo, sacudieron el vergonzoso yugo de la tiranía española y proclamaron con excesivo entusiasmo la gloriosa independencia…”. Y termina diciendo: “Felices moradores de esta Provincia: ya sois libres, ya sois independientes. Prorrumpid pues, a imitación de nuestro Gobernador y General, en tonos modulados de gozoso entusiasmo, en festivas aclamaciones de ¡Viva la Patria! ¡Viva la Independencia! ¡Viva la unión y la libertad! – Tierra Independiente, diciembre veintisiete de 1820 – El Marqués De Torre Tagle”.

Según el acta de entonces redactada por el “Secretario Público del muy Ilustre Ayuntamiento de esta Villa Amalia de Nuestra Señora del Carmen de Zelendín independiente” don Juan Bautista de Silva, ante la Real Orden antedicha, los señores del Ilustre Cabildo, personas notables y público en general, así como el Cuerpo Militar y Eclesiástico y la presencia de los “Dragones Montados”, cuerpo militar formado por jóvenes celendinos y que luego ofrecieron su brazo y vida a la Patria a órdenes de San Martín; el Teniente Coronel de Milicias Juan de Burga, subió al estrado levantado frente al Cabildo y bandera en mano (confeccionada por la ilustre dama Brígida Silva), proclamó la independencia de Celendín con las siguientes palabras: “Desde hoy, 06 de enero de 1821, la Villa Amalia de Zelendín, es libre e independiente del poder español y de cualquier otro extranjero. ¡Viva la Patria! ¡Viva la Libertad! ¡Viva la Independencia! ¡Viva la Villa Amalia de Zelendín!, ¡Muera el despotismo!, ¡Muera la tiranía!”. Todo el pueblo estalló en vivas y aplausos y recorrieron las calles en gran algarabía. Las fiestas continuaron por varios días.

En la trascendental ceremonia estuvieron presentes: el Coronel Juan Basilio Cortegana (fundador de los “Dragones Montados”); el fundador de Celendín, Raymundo Pereyra, ya anciano; don Jacinto Quevedo, Gerardo Sánchez, Manuel Díaz, Marcelo Sánchez, Juan Camacho, José Marchena, Francisco Tejada, Juan F. de Silva, etc.

El 6 de enero de 1921, se celebró el primer centenario de esta proclamación. El alcalde de entonces, don Santiago H. Rabanal organizó una gran ceremonia y se plantó en la Plaza de Armas dos pinos: uno frente al templo y otro frente al local municipal, augurando un mejor gobierno para el pueblo y con el pueblo, bajo la protección de Dios.

El próximo año, con fecha 6 de enero, recordaremos el Bicentenario de esta proclamación. Quizá con las limitaciones de la pandemia; pero no con las limitaciones del puro amor por nuestra Patria Chica. Ojalá lo hagamos como en 1921, inaugurando obras o con la certeza de la realización de megaproyectos como: Hospital, asfaltado de carreteras a la selva e interdistritales, obras de irrigación, creación de nuevas facultades universitarias, forestación y reforestación a gran escala, creación de fábricas aprovechando nuestros recursos naturales y habilidades propias de nuestros pobladores, etc. Nuestras autoridades de turno tienen la palabra…

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 005 – Edición septiembre 2020]

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