Por: Jorge Wilson Izquierdo.
Sólo anima rescatar y realzar el ingenio, la chispa ecuménica, para la eclosión de imágenes graciosas como instantáneas en las selvas del corazón (N. del A).
I
Según la Real Academia Española, apodo es el “nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia. / Chiste o dicho gracioso con que se califica a alguien o algo, sirviéndose ordinariamente de una ingeniosa comparación”. Esta última acepción ha entrado en desuso. También se le conoce como chapa, sobrenombre, alias, mote o seudónimo.
El apodo es inherente a la idiosincrasia de los pueblos y, psicológicamente, obedece a una necesidad de desahogo. El yanqui responde al Tío Sam, el soviético al oso, el chileno al roto, el ecuatoriano al simio, el argentino al gaucho, el mejicano al charro, el brasileño al carioca, etc. En política, arte, o en el diario vivir, se da como una ironía graceja: Pollo, Sir Malolete, Tucán, El Cejudo, Chino, Care´flecha, Frejolito, Lechuzón, El Mudo, ect. Y en el mundo artístico los pseudónimos: Cholocolor, Cantinflas, Chaplin, Viruta y Capulina, Tintán, Tres Patines, El Jefecito, El Indio Mayta, el elenco del Chavo del Ocho, etc.
En el hampa pululan los alias para mantener su anonimato: Patita de Cuy, Cojo Mame, Gringasho, Coyote, Mono cacique, Caracol, etc. (individuales), y Los gatilleros del sur, Los marcas, Los huachiturros de Tumán, Los malditos de Santa Rosa, Los cherres del Callao, Los terribles de Pachacútec, raqueteros, cogoteros, Los cuellos blancos del Puerto, etc. (bandas criminales).
II
Casi nadie escapa al estilete del apodo en el hogar, el barrio o la ciudad. Persigue la risa, la chanza ingenua o hiriente y el apodado soporta más de fuerza que de ganas, pues, el punzón burlesco nunca será bienvenido. Y así todos anhelan proteger su autoestima. Pero, no cesará la agudeza de clavar chapas que incluso heredan los descendientes.
Celendín no se exceptúa, como ningún pueblo por apartado que fuere y cuenta con veteranos chaperos que hasta escarapelan con sus chispazos. Allí están vivos o en el recuerdo, Osías Agusti Merino y Antonio Chávez Pereyra (Los Nashos), Luis Silva Pereyra, Alberto Chávez Sánchez, Oswaldo Díaz Oyarce, Mime, quienes han tomado también de su propia medicina en réplicas igualmente divertidas.
El apodo emerge a partir de algunos puntos de vista: a) por similitud; b) funcionalidad; c) abstracción y d) otros.
III
Al primer caso puede añadirse por semejanza o parecido. Es lo más común por ser dos fisonomías convergentes: apodo y apodado. Veamos: Cuy frito en olla, Piedra de kilómetro, Dedo de juntar ají (para los cargados de espalda), Gancho chirimoyero (largo y narigón), Trompo de pepa de eucalipto (bajo de talla y cabellera landosa), Gallo que ha visto tijerilla (por mirar de soslayo), Garrapata de buey (gordo y amoratado).
Y continuamos: Perra barbona; Perra sin chuchos; Perra de´cequia, Perro de mesa; Perro de hacendao; Perro de choza; Perro con cuy negro en su boca; Calavera ahumada; Calavera de veneno; Calavera coqueta; Perfil de cuchara; Ángel de lápida; Mechón de globo; Coche crudo; Pollo crudo; y van los parecidos entre hombres o entre éstos y mujeres, creando recíprocos rubores de hilaridad, tanto como las chapas crueles a pesar de todo. Sigamos con más de las anteriores.
Diablo de la tinaja; Gallina colgada; Gallina en la gotera; Gallina en corral ajeno; Gallina con abrigo; Pata de oso; Oso de bronce; Burro cutulo; Burro de Huacaybamba; Mula que le falta un herraje; Mula de alambre; Nariz de piedra de chancar sombreros; Sombra de zapapico; Brigadier; Gato cursiento; Gato de trapo; Gato de rico; Gato pómpido; Gato cariñao; Gato criao con cachangas; Zorro plateado; Santo velao con llanta.
Tuco viejo; Loro viejo; Tigre viejo; Tuco desollao; Gallo de pobre; Gallo de lata; Gallo forastero; Tijerilla que se ha escapao de su pico del gallo; Torera bufa.
IV
Iniciamos este afán por el año 1983 en el mensuario “Órbita” N° 158 de Lima, dada su implicancia social, denotando que el celendino goza de lo que puede compartir. Y acá sigue nuestro rollo para bien o para mal:
Último chicharrón del sartén; Buey chamizo; Macho enjatao; Cocodrilo de vidrio; Zapatero cajacho; Mosco chichero; Cóndor pollo; Cabeza de coliflor; Nigua madura; Bollo de afrecho; Mono de lampa; Mono de plástico; Mono rambao; Mono Germán; Mono Álvaro; Hocico de cuy hambrienta; Cuy brava.
Perro paclo; Perro con sueño; Perro lavao; Vaca sin sostén; Rabo de rata; Globo de fiesta; Trompo potero; Coche de boda; Payaso de chisguete; Loro calato; Cordel de cuete; Vaca macheteada; Oreja de elefante; Gato que ha comido harina; Sapo enojao; Mango chupao; Chucho mamao; Cántaro remediero; Chungo lavao; Pavo de churca; Pecho de tarro; Ruco muelón.
Seguimos: Lata de cantina; Pescuezo de bota; Ruco prestao; Muerto soleao; Ojos de puñalada en pellejo; Ojos de pomo gomero; Chiclayo quemao; Cuchillo de cortar panetón; Pájaro bobo; Zorra viciosa; Chiva con escarpines; Rabo de coche nigüento; Rabo de rata; Mameluco colgao en clavo; Águila shúmbul; Torocuro linchito; Pava con zapatillas; Cuy hippie; Cuy de limpia; Hueso de jamón.
Además: Huevo reventao; Tigre parao (patas posteriores); Rapabolsa; Chapashingo (con dificultad para mirar); Chamso de papa; Shapaleja; La dormida; Pato Lucas; Torito de Pucará; Calavera de shingo.
V
En segundo caso por funcionalidad, está referido a ciertas actitudes y pueden llevar verbo: Caballo cruzando río (amigo robusto, ex de El Potao, que iba botándose los brazos para ambos lados y alta la cabeza); Loro trepando carrizo (uno que tenía rasgos de dicho animal, medio jorobado y miraba baja). Y así con diferentes características se dieron los apodos:
Pollo que lo´agarrao la puerta; Mono borracho; Monje loco; Pelota de liga; Pato enamorao; Rata jalando trapo; Mudo que ha comido ají; Burro mordiendo coronta; Burro cosquillao; Diablo jalando sábanas; Guayana que lo han cazao con sombrero; Perra torocurera; Burro cantando rancheras; Muñeca que lo ha pañueleao el coche; Oso arrastrando cadena; Burro tomando agua en chorro; Diablo mordiendo quesillo; Molde de diablo; Soldao que lo han dejao en el desierto; Carnero que ha visto sal; Camello mirando al sol.
El apodo como caricatura verbal, responde también a la exageración en busca de humor.
VI
El apodo por abstracción, complementa semejanza y funcionalidad, pero incluyendo alguna conceptuación. Se le dirá simplemente Tocuyo, por “ancho y ordinario”; Alma de oveja, por lánguido y pálido; Yola Polastry, porque ramba con todos los hijos; Ushún que ronda antes de entrar a la cantina. Y así por el estilo Sombra de borracho, un solo bulto; Batería, por negro, chiquito y pesado; Las 6 y 5, por su cabeza ladeada a la izquierda; Grillo fumigao, por sus arranques nerviosos debido al alcohol.
Se dan también apodos no precisamente por locura, sino por incidencias con ella: loco Israel, loco Alfredo, loca Andrea, loco Pérez, loco Shante, loco Horacio, loco Pancho, loca Rosa, loco Pedro, loco Tobish, etc.
Y por los de plano parecidos: Carnero, Pato, Huanchaco, Perdiz, Caimán, Bollito, Machete, Bodoque, Camello, Zorro, Faisán, ect. Más los que carecen de origen: Chiwiche, Piriguayo, Cuchuccho, Quisquís, Tagaga, Shactas, Cuchumpa, Shillido, etc.
Son centenares de apodados y ellos, con mucha correa, asimilan una buena chapa que es como una gran caricatura verbal, en tantos casos una distinción que se debe agradecer y felicitar por la agudeza de ingenio. Al respecto hay muchas anécdotas que sería motivo de otra inquietud. STOP.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 003 – Edición diciembre 2019]