Por: Eler Alcántara Rojas
El nombre de Celendín, palabra mágica que nos mantiene unidos de por vida, surgió tras la ocupación española del imperio incaico y fueron estos primeros momentos los que podrían atisbar con el verdadero origen de este nombre. Sin embargo, la poca documentación existente ha originado que la denominación de estas tierras prodigiosas siga siendo centro de controversia, por las diferentes hipótesis establecidas alrededor de su develamiento. Muchas han sido asumidas como nombres imaginativos, sin base semántica, etimológica, étnica e histórica; pero aceptables o aventuradas, hasta el momento han saciado la curiosidad de todo celendino. Veamos:
“SHEL LIN DIN”: Para el dramaturgo shilico, Gregor Díaz Díaz, Celendín derivaría por etimología hebrea. Así, SHEL, igual a “que”; LIN, “pernoctar en una posada”; y, DIN, equivalente a “peregrino, juicio, ley”. Por tanto, para Díaz Díaz, Celendín llegaría a significar “posada o lugar donde pernocta el peregrino”; versión legendaria publicada en la Revista Gente N° 497, de febrero de 1985.
“SELAHEDDIN”: El Dr. Víctor Raúl Díaz Chávez, exministro de Educación y descendiente josegalvino, recrea una historia fantasiosa sobre la ocupación celendina por un grupo de árabes y judíos, que siguiendo la ruta del Amazonas llegaron hasta la cima del cerro “Galig” (hoy Jelij) lo bautizaron con el nombre de SELAHEDDIN, a sugerencia de Zalatiel Aliaga, un descendiente directo del reino taifa de los “Aftasidas”, acentuados en Extremadura (España) y parte de Portugal. Díaz Chávez apunta a que “este bravo vigía, centinela y guía, que dirigió el grupo de avanzada y de exploradores del camino a seguir por los demás, fue quien propuso solemnemente llamar a este valle con el nombre de `SELAHEDDIN´ que significa `la tierra de Saladino o de Saladín´, célebre y legendario Sultán”, según narra en su obra “Celendín, la Ciudad Azul al Oeste del Marañón” (2010, diciembre).
“CHILÍN CHILÍN”: Otra de las tantas hipótesis ensayadas, intenta relacionar la onomatopeya de los “shilshiles”, una planta que se presume creció en los alrededores de las lagunas donde se asentaron las primeras tribus de origen Arawac, con el sonido que origina su fruto. El notable escritor Pedro García Escalante, erróneamente señala que los frutos de esta planta liriácea que se encierran en cápsulas resistentes y que se ponen los danzantes en las pantorrillas, formaron la palabra Celendín, al sonar como “Chilín, Chilín”; versión que ha sido desestimada pues la correcta onomatopéyica es “¡Shil, Shil!”.
“LLAMADÍN”: El reconocido maestro y estudioso de la historia de nuestro pueblo, Pelayo Montoya Sánchez, en su “Monografía de Celendín” (1992) asegura que, tras la invasión española, en 1540, cinco aventureros españoles y un jesuita acompañados de indios cajamarquinos, perpetraron tierras celendinas y tan pronto como pudieron fundaron sus haciendas, originando el nombre de “Llamadín”. Este espacio le habría tocado al españolHernando de Mori Alvarado, que la bautizó como Hacienda San Hernando de Llamadín. El escritor Jorge W. Izquierdo, agrega que este nombre le dio el inca Cápac Yupanqui cuando pisó suelo de la recién evacuada planicie “Hananchanpampa” (pampa sagrada) y observó una gran cantidad de llamas en sus alrededores (Monografía “Celendín: Vida y Obra” – 2002).
“LLAMELLÍN”: Este término fue introducido por el Dr. Carlos Burga Larrea (1983), quien hace referencia a la Hacienda Inmaculada Concepción de Llamellín y que esta palabra -en su opinión- pudo ser el origen de Celendín. Se presume que este nombre correspondía a la primera hacienda de Celendín (1660) y que habrían estado a cargo de las misiones evangelizadoras y órdenes religiosas. Cabe precisar que Llamellín es un distrito de la provincia Antonio Raymondi de Ancash, por lo que asumimos que Burga Larrea habrá querido referirse a Llamadín.
“ZELENDÍN”: Esta palabra aparece por primera vez en documentos oficiales de la Corona Española, cuando el Rey Carlos IV otorga el título de Villa a “Zelendín” el 19 de diciembre de 1802. Con este nombre el Obispo Jaime Martínez de Compañón realizó denodadas gestiones ante el Rey de España para la fundación de “Zelendín” como Villa. Pelayo Montoya indica que la “Hacienda San Hernando de Llamadín” cambió de nombre por el de Zelendín, tras la llegada del virrey Francisco Toledo a parajes celendinos, el 7 de diciembre de 1575.
Ingeniosos celendinos le han atribuido al nombre de “Zelendín”, sentimental significado. Así, unos dicen que esta palabra en israelí significaría “retazo de gloria, o retazo de cielo”; mientras que otros hacen referencia a un vocablo sefardita o de origen mozárabe; mera coincidencia cuando deambulan que significaría “Cielo del Edén”, del hebreo “Zelen”, para referirse al cielo y “Din”, a un edén, tal como lo menciona Manuel Pereyra Chávez, conocido como “Perseo”.
“SELEM DHIN”: Einar Pereyra Salas en la narración de su novela histórica “Celendín: Tablero de Ajedrez” (2004), recoge la historia de una bella mulata de nombre “Djanira Selem Dhin” de donde provendría el toponímico de “Villa Amalia de Celendín”. Esta mujer mora de piel aceitunada y de ojos color ceniza, descendiente de la nobleza marroquí, murió en Balzas (Amazonas) un mal día tragada por un remolino del río Marañón, o tal vez asesinada, por los forasteros que venían siguiendo la ruta del Amazonas en 1779.
Escuetamente Ciro Alegría nos dice en sus memorias (1976): “Celendín quiere decir Pequeño Cielo. Es una hermosa tierra. Al comienzo, en los tiempos coloniales, se llamó Villa Amalia de Celendín”.
“CHILINDRÍN”: La respuesta que más se acerca al verdadero origen del nombre de Celendín, nos llevan a descifrar la etimología de esta palabra. Según el Ing. Luis Alayza Escardó, en su «Monografía de Celendín» y tal como se menciona en el mapa del Perú, tomo XV página 257, del «Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Artes», Celendín, como toponimia, proviene de la palabra “Chilindrín”, nombre de un latifundio, propiedad del acaudalado cacique indígena Chuquibala que lo llegó a vender a un grupo de portugueses y españoles en 14 000 pesos en los albores del siglo XVII para la fundación de la ciudad de Celendín.
ETIMOLOGÍA DE LA PALABRA “CHILINDRÍN”
Pero son los estudios de Daniel Quirós Amayo (2002) los que confirman su origen; el mismo que surgió en medio de un contexto histórico, de raíces muy profundas y desde tiempos aurorales de la civilización, cuando sobre suelo celendino apareció la forma más primitiva del lenguaje que es la onomatopeya.
“CHILINDRÍN, base fonética y etimológica del topónimo Celendín. Proviene de la raíz lingüística CHILI, según la semántica de la lengua CULLE (KULLY) o KUELAPINA. CHILI, proviene de CHILIN; la raíz CHILI, aparece con fonética quechua y semánticamente, significa planta rastrera que medra en las riberas de las lagunas del ande cajamarquino”, asegura Quirós Amayo, al tiempo que aclara que esta palabra no se refiere a los SHILL SHILLES, que son lirios silvestres, ni a los MAICHILES, que son plantas subtropicales de la yunga interandina.
El “chili” por el contrario, es una planta de raíz muy fuerte, de hojas redondas, de bordes ligeramente dentados, cuyos frutos son negros y los campesinos lo consumen fritos con manteca con fines medicinales; mientras que el sub fijo “DIN”, es el plural y también, significa valle u hondonada. DRIN, es corrupción española del sub fijo DIN. Por lo tanto: CHILINDRÍN, significa valle de chiles, es la significación vernacular; concluye Daniel Quirós.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 001 – Edición julio de 2019]