Entre las diferentes anécdotas e historias sobre las danzas, hay una singular, narrada por el escritor celendino Alfonso Peláez Bazán en su libro “Cuando recién se hace santo”, donde relata las peripecias que sufre San Sebastián, patrón de Llanguat, que está ubicado en un feraz valle, desde donde vienen el aguardiente, las tapas de chancaca, el guarapo, las cañas de azúcar, frutas y carrizos empleados en la construcción de techos de barro.
Cuenta don Alfonso que, en el siglo XIX don Eleuterio H. Merino, alcalde de Celendín, estaba muy entusiasmado en la culminación de la iglesia Matriz de la Virgen del Carmen, patrona de Celendín. Este personaje, tuvo la buena idea de aprovechar las fiestas del Corpus Christi, donde venían a Celendín, los diferentes santos, acompañados por sus danzas, para solicitarles a estos peregrinos su contribución en pro de la culminación de las obras de la citada iglesia. Los pedidos eran hechos de acuerdo a lo que producía cada poblado y podría ser adobes, alimentos, mano de obra y otros materiales para este fin.
A los llanguatinos, el alcalde Merino, les pidió que trajeran dos mil carrizos para ser empleados en el techo de la iglesia. Sin embargo, estos pobladores no cumplieron con el encargo edilicio. Entonces don Eleuterio, aprovechando las danzas del 8 de junio de l887, no tuvo más opción que mandar a la cárcel a San Sebastián, por el incumplimiento hecho por sus devotos y fieles.
Grande fue el escándalo que provoco esta carcelería. Las damas del pueblo y los notables fueron a gestionar ante el alcalde la inmediata liberación de la imagen de San Sebastián, pero obtuvieron como respuesta una rotunda negativa. Sin embargo, el peculiar alcalde solicitó a los llanguatinos a cumplir su promesa, aunque a destiempo. Todos los fieles y devotos, regresaron a Llanguat y cortaron los carrizos en la cantidad solicitada, para poner en libertad a su santo patrono. El afán de sacar a su santo pudo más y en dos días todo el carrizo solicitado estaba en el atrio de la iglesia.
Pero según la anécdota, San Sebastián tuvo que pernoctar en la cárcel con los peores criminales recluidos, tales como el ‘manqueras’ ‘el gavilán’, ‘el guacrayo’, ‘el tongo’ y otros, quienes se alegraron mucho de tener a esta imagen junto a ellos. Casi todos los presos, brindaron con aguardiente, atados de chuscos y hojas de coca para chacchar, con la imagen. Por supuesto que el alcalde decreto la liberación de San Sebastián porque sus fieles cumplieron la promesa encomendada.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 001 – Edición julio de 2019]