Por: Eler Alcántara Rojas

Llegado el mes de julio, nuestros ojos y los de los nuestros, fijan su mirada en una de las celebraciones que nos congrega bajo un diáfano cielo de crepúsculos aurorales. En Celendín, nuestra Santa Patrona “Virgen del Carmen”, compromete a sus miles de devotos dispersos por todo el mundo para renovar promesas, unirse en fe y participar de los actos festivos que paralizan las actividades cotidianas de los celendinos.

Es julio y con los días, una legión de creyentes asiste a novenas, participa de misas, acompaña en la procesión y ¿por qué no?, se conduce hasta la plaza más grande del orbe construida de madera para ser expectante de la “fiesta brava” que cada día, de los cinco que perdura todos los años, concita la asistencia de más de 14 mil personas. Es la FERIA TAURINA y con ella, muchos recuerdos y anécdotas quedan adheridas en la mente de los “shilicos” quienes han sabido mantener esta costumbre desde los albores del establecimiento de la ciudad de Celendín.

INICIOS Y PRIMER ESCENARIO TAURINO

Los comienzos de la fiesta brava en nuestro pueblo se pierden en el tiempo. Varios escritos consultados tienen diferentes puntos de coincidencia y de contexto, aunque con menudas variantes de datos inoficiosos.

Con la compra de la hacienda “La Pura y Limpia Concepción de Zelendín” después de la ocupación de españoles y judío portugueses e indios y mestizos (éstos últimos en ascendencia poblacional), surgiría la adoración a la Virgen del Carmen y su inmediata proclamación como la Santa Patrona de estos lares. El maestro Pelayo Montoya dejó dicho que la Virgen del Carmen fue proclamada patrona de Celendín, el 16 de julio de 1795 y que en esa fecha se realizaron ceremonias religiosas, fiestas privadas en la mayoría de casas celendinas e incluso se practicó una lidia de toros frente a su templo, en la plaza principal del reciente pueblo delineado.

La corrida de toros tuvo como primer escenario la plaza principal de la creciente “Villa Amalia de Zelendín”. Contaba doña Carmen Merino Horna que para el desarrollo de los festejos taurinos se “cerraban las bocacalles de la Plaza Mayor y la Virgen Patrona de la ciudad era instalada en el atrio de la Iglesia Matriz”. Así, las personas veían “jugar a los toros” desde sus balcones en el improvisado escenario taurino. En sus inicios duraba ocho días (mañana y tarde), pero con el pasar de los años quedó reducida a cinco tardes. Las faenas comenzaban el único día central (16 de julio) y se prolongaban hasta el 20 de julio. Para ello se traía ganado bravo de las haciendas vecinas (Jerez, Pallán, Llimbe), donde los hacendados donaban toros “cuneros” para ser lidiados por improvisados matadores.

A fines del siglo XIX, se acordó elegir un Comité Organizador encargado de promover la fiesta brava con el auspicio del vecindario y del cuerpo edilicio. Fue el alcalde Francisco Mejía que en 1897 dispuso cobrar un monto simbólico a los espectadores que seguían ocupando los balcones de sus viviendas en los alrededores de la plaza de armas para ver la lidia de toros.

CORRIDA EN LA ALAMEDA

La consolidación de Celendín como ciudad hizo necesaria la instalación de piletas de agua para el consumo poblacional por lo que el primer escenario de la corrida cambiaría de lugar. La plaza mayor entraría en remodelación y en 1899, tras asumir por tercera vez como alcalde don Apolinar Pereyra Chávez, dispuso que la corrida de toros se realice en La Alameda que servía de plaza pecuaria.

Aquí se empezó a construir una estructura de madera. El coso respondía a similares características de otras plazas de la sierra peruana y al principio sería levantada de dos niveles: la barrera, de maderos completamente endebles (le daba sabor a la fiesta pues varios toros se escapaban del ruedo y revolcaban a intrépidos mozalbetes), y los “chaques”, al estilo de los circos de entonces.

TOROS EN “LA FELICIANA”

En la década que Celendín obtiene varios beneficios como la construcción de la carretera desde Cajamarca, servicio de luz eléctrica e inauguración del campo de aterrizaje en Chacapampa, el recinto para la corrida de toros sufriría nuevos cambios. El espectáculo taurómaco ocuparía en 1925, por primera vez el campo del barrio “La Feliciana”, por orden del alcalde Teófilo Chávez Merino. La plaza pasaría posteriormente a denominarse “Sevilla”, en réplica de la plaza de España, por tener disposición y coloridos similares.

LA BREÑA COMO CUARTO ESCENARIO

Otro de los escenarios, testigo de la lidia de toros fue el área que hoy corresponde al hospital de Celendín (barrio La Breña). Era el año 1946, don Máximo Rojas Díaz había asumido funciones de alcalde en enero y en las siguientes semanas surgiría la iniciativa de agregar una segunda celebración al día central de homenaje a la Virgen del Carmen. Con fervor y devoción, los creyentes consensuaron en establecer el 29 de julio como segunda fecha de festividad. Con la prolongación de las celebraciones católicas, obligaría a cambiar de fecha el desarrollo de las tardes taurinas. La fiesta brava por primera vez (1946) se desarrollaría desde el 30 de julio hasta el 03 de agosto, pero siempre manteniendo la tradición de lidiar toros durante cinco tardes. Al año siguiente (1947), se designaría a la pampa de La Breña como nueva plaza taurina. En este escenario la corrida fue organizada por única vez.

EL RETORNO A LA FELICIANA

La idea de ver la lidia de toros en La Breña no prosperó y el alcalde entrante, don Manuel Tirado Velásquez ordenaría en 1948 el retorno a la plaza de Sevilla, que aún era conocida como La Feliciana. Con el devenir de los años, se agregaría a las tardes de toros, el paseo de caballos de paso, la presentación de reinas, participación de mariachis, bailarines y más adelante incursionarían “picadores” que no serían de buen agrado para el público. En la mitad del siglo XX, se adicionaría tres niveles del coso taurino y desde entonces los espectadores fueron ubicados a partir del suelo hacia arriba en chaques, palcos y sobrepalcos, sitios vistosamente adornados en sol, sombra y media sombra.

LAS FALLIDAS CORRIDAS DE LOS AÑOS 70´ Y 80´

Una época difícil para la organización de la fiesta brava de Celendín ocurrió entre los años 1970 y 1989. En 1970 la corrida sería suspendida por el terremoto de Huaraz y en 1978 por la lucha de docentes y educadores quienes acataban la histórica “huelga magisterial”. Después, cuando gobernaba el último año de su tercer período don Renán Sánchez Izquierdo (1983), la decisión de organizar la corrida fue sometida a una consulta poblacional en sendas asambleas populares y por consenso de las mayorías se tomaría la providencia de suspenderla por tercera vez.

Durante los años 1988 y 1989, en el gobierno de Moisés Ortiz Huamán, tampoco se organizaría la fiesta taurina pues a pesar de la solicitud oportuna para su desarrollo por el naciente Comité de Electrificación, el Concejo Municipal no autorizó su organización.

LA CONSTRUCCIÓN DEL COLISEO CERRADO

En la década de 1990, la corrida de toros otra vez cambiaría de lugar, tras pasar por una ligera crisis que fue superada inmediatamente. Estaba en funciones como alcalde Adolfo Aliaga Apaéstegui y diferentes opiniones concordaban en una mala organización de los festejos, por lo que se decidió nuevamente la suspensión de la tradicional corrida para el año 1994. Varios factores conllevaron a que el 27 julio de ese año, varios celendinos presentaran al cuerpo edilicio de Celendín el proyecto de la construcción de una plaza reglamentaria de toros junto a una maqueta para entrar al ranking nacional, como ya lo habían logrado las provincias de Chota y Cutervo, en Cajamarca.

Esta iniciativa fue bien recibida por el alcalde siguiente Mauro Siles Arteaga García que en 1996 iniciaría a ejecutar la obra del coliseo cerrado, pero no en Sevilla sino en unos terrenos que habían sido comprados por el municipio a un costado del río Chico. La obra estaría lista a fines de su primer gobierno y dejaría que Adolfo Aliaga, quien retornó a la alcaldía en 1999, realice la lidia de toros en el reciente erigido Coliseo Cerrado Monumental. Por cuatro años seguidos (1999 – 2002) los celendinos dejarían de asistir a la plaza de Sevilla, evitarían construir el coso de madera y concurrirían a la nueva estructura edificada para ver la corrida de toros.

Los defensores de las tradiciones de nuestro pueblo pondrían en la agenda política el retorno de la corrida a la plaza de Sevilla y al entrar en su segundo gobierno Mauro Siles, el año 2003 la fiesta brava volvería a la otrora plaza “La Feliciana”, que se mantiene hasta la actualidad.

EL CONFLICTO MINERO Y LA ÚLTIMA SUSPENSIÓN DE LA FIESTA TAURINA

Las protestas antimineras del 2012 que dejaron cuatro personas fallecidas y la inmediata declaratoria del estado de emergencia en Celendín desde la noche del 03 de julio, obligó a suspender los festejos taurinos de ese año que presentaban un avance considerable.

Ésta se suspendería por enésima vez y las celebraciones religiosas se limitarían a tres ceremonias: 1 de julio (reseña de la virgen), 16 de julio (misa central) y el 29 de julio (misa transferida). Los actos religiosos eran desarrollados con la menor solemnidad, limitando y perjudicando la fe católica del pueblo celendino. Superado el conflicto, en el 2013 nuevamente se retomaría su organización que continúa hasta nuestros días.

Por una mayor conciencia ciudadana:

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 001 – Edición julio de 2019]

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