Por: Ulises Linares Castañeda
Y la fiesta nos emborrachó en la dulzura y encanto de esta tierra, la familia, los amigos, los visitantes, los interminables abrazos, en algunos casos adornados con nostálgicas lágrimas. Y eso comenzaba desde la salida de Cajamarca y en las cercanas vueltas de Quillimbash, se aceleraban los corazones, la respiración se hacía más ligera y los ojos no sabían en qué momento se le aparecía la bella ciudad del Cielo Azul del Edén; un poco lejano se escuchaban los cohetes (cuetes para nosotros), seguro que eran en la Plaza de Armas, ya se imaginaban armando los castillos, porque en la noche eran indescriptibles cada momento que se pasaba. Al fin el señorial sombrero blanco de Bellavista, les anunciaba que ya estaban en el pueblo.
Me paré en la esquina del Chocho y me quedé absorto, era mi plaza de armas, los viejos árboles me recibían con sus ramas descoloridas como si quisieran abrazarme, era la bienvenida; su pileta con querubines juguetones, daban la alegría celestial; había mucha gente, pero en su mayoría desconocida, quizás para mí, pues yo era de otra generación, de otros tiempos, de otros mundos, pero al fin de esta tierra. A pesar de todo eso mi felicidad era demasiado evidente.
Por la noche debía asistir a la inauguración de las mejores caricaturas shilicas que se expondrían en la Casona de la Familia Valladares, invitación que nos llegó personalmente programada para las 7 pm, pero como era de esperar se abrió el local a las 8 pm, me dijeron “son gajes del oficio y la tradición”, al final pasó a segundo plano pues lo que había allí era extraordinariamente colosal. Flotaba en el ambiente artístico, colgados en pequeños esbozos, la genialidad de Charrito, las inigualables caricaturas de personalidades, artistas, poetas y muchos celendinos, plasmados con la gracia que esa noche hizo carcajear a todos los asistentes. No sé por dónde apareció, era la “Chiva con escarpines” (dícese así a “Clavi”, con las disculpas de él, de nombre verdadero Luis Chávez Silva), micrófono en mano y con grave voz de poeta, recitaba algunos mensajes al respetable asistente a tan magno evento.
No faltó por allí, la dulce participación de la dama, encarnada en Socorrito Quiroz Rocha, hija del genio celendino profesor Daniel Quiros Amayo “Nelo”, acompañada de una eminente profesora, su digna madre doña Bethy Rocha de Amayo, luego de un saludo efusivo, hizo hincapié al celendinismo, a los valores y habilidades del poblador de este pueblo tan querido. Poco tiempo de finalizar las palabras de la mencionada celendina, hizo su inesperada aparición Manuelito Quiroz …, hijo del recordado curita del pueblo el Rvdo. Padre Quiroz, personaje muy estimado y reconocido en los grupos católicos, que llevan la voz evangelizadora, para sorpresa de los asistentes, nada habló de la iglesia, ni menos de la fe, al contrario se convirtió en el líder de la identidad celendina, despotricó del abuso y la agresión al patrimonio cultural, haciendo hincapié en el olvido de las autoridades, del orden, del respeto, y criticando que hoy se viene generando una corriente de violencia y de falta de respeto a la propia identidad del pueblo y del mismo celendino, por lo que llamó a todos los verdaderos hijos de esta tierra a levantar su voz de protesta y que esta fiesta sea para nosotros el momento de hacer llegar nuestra seria preocupación solicitando que se solucione todos estos desaciertos que están llevando al caos.
…Silencio… nuevamente… silencio, ya pasó la fiesta, se terminaron las noches de tertulias y jaranas, de imponentes castillos, de grandes corridas de toros, estuvimos ocupados en todo ello… y ¿ahora despertamos de nuevo en nuestra realidad…? sólo pregunto ¿Qué hacer?
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 004 – Edición julio 2020]