Por: Juan Carlos Castañeda Cruz.
Recuerdo el día que lo recogimos, moviendo la cola como preludio de una vivencia al lado familiar. Y zas, cómo pasó el tiempo, cual rayo que traspasa un cielo nuboso y lleno de lluvia. Lo recuerdo cachorro, con un pelaje hermoso mezcla de blancura con mancha negra en el lomo. Ha sido tan significativo la vivencia a nuestro lado de este peludo que, el destino ha hecho que coincida con el tiempo de vida de mi hija: 16 años acompañándonos.
En este tiempo de confinamiento, donde los comportamientos distintos de los seres se vislumbran y salen a la luz, donde el encierro a muchos nos hace reflexionar y nos vuelve más sensibles, a tal punto que como si hubiera una voz interior que nos dice “por qué no viví como debería vivir, como un verdadero ser humano”. Otros, simplemente no sé a dónde se orientan en su vivir. ¿Será así la naturaleza del hombre? ¿O es que la sociedad corrompe su alma? Como dijo alguien antiguamente. Es otro punto.
La pérdida de una mascota es algo sin duda doloroso y de inmensa tristeza para los dueños y más si estuvo contigo por muchos años, una de las formas de superar el duelo es brindando tributo a nuestra mascota. Según psicólogos esto ayuda a reconfortar ese sentimiento de ausencia y nos permite sentirnos mejor con su partida. ¿Quién no ha llorado la pérdida de una mascota? ¿Acaso somos insensibles en extremo para ser indiferentes ante una pérdida? Por ello me he permitido, como parte de mi sensibilidad humana, dedicarle una carta a mi mascota fallecida en esta semana, con un dolor inmenso que me desgarra el alma, ya que mi vivencia con ella, ha sido muy cercana tan igual como la de mi familia. Por ello, el dolor profundo de todos nosotros ante la muerte de este familiar.
CARTA A SAM
Celendín, setiembre de 2020.
Querido Sam:
Te quiero decir que hoy lloramos tu ausencia, tu partida ha dejado un hondo vacío en nuestro hogar, del cual fuiste parte y lo serás en el recuerdo. Estuviste más de 16 años de tu vida con nosotros, de lo cual te agradecemos por tu compañía y por tu amistad. Hemos pasado momentos tan hermosos que poco recuerdo algún momento contrario, aunque si lo hubo en pocas veces, que por tu crecimiento hiciste algunas travesuras.
Querido Sam, empiezo por recordar cuando llegaste a nuestro hogar, eras pequeño, muy hermoso y grande y te trajimos de Cajamarca. Había llovido y nos trasladaba a nuestro Celendín un familiar y de pronto, las llantas del carro resbalaron en el barro y casi nos vamos al precipicio. Nos quedamos colgados ese día contigo adentro del auto. Cuando llegamos a casa todos te recibimos con algarabía y nos quitamos en atenderte. Así pasa con las personas cuando hay algo nuevo que nos gusta. Te llevábamos al campo a Santa Rosa un fin de semana y corrías desesperado, quizá porque el ambiente de nuestra casa no es tan grande y necesitabas espacio.
Querido Sam, hoy lloramos todo lo que tenemos que llorar, porque llenaste nuestras vidas con tus alegrías por doquier y también de familiares y amigos que preguntan por ti. También fuiste travieso no lo olvido, y cuando querías algo, parecía que, pronunciabas palabras uuuuuuuu y nosotros ya sabíamos que querrías comunicar algo.
Te extrañamos.
Recordamos cuando brincabas y nos abrazabas, cuando dormías en la puerta de mi dormitorio y nos alertabas de ruidos. Recuerdo tus abrazos fraternos, tus lamidas, tus empujones toscos debido a tu tamaño. Le pedí a Dios alguna vez, que tu compañía sea eterna. Quizá no llegaron mis palabras. Es tan duro despedirnos de ti que nos has acompañado por más de 16 años. Hoy te recuerdo como nos has mirado con tus ojos de amor, de cariño, con el cansancio a cuestas, debido a esta enfermedad fulminante que no perdona nada. En tus últimos días, se ha acentuado tu sufrimiento y eso nos duele demasiado no poder hacer nada. Nos has dado tu amor sin importar nada, nos has enseñado lo bueno de la vida, nos has defendido de las personas malas.
Hoy, la familia derramamos lágrimas de alegría por liberarte del sufrimiento. Lágrimas de tristeza por la pérdida de tu amor y compañía, de saber que no te tendremos a nuestro lado. Te llevaremos en nuestro corazón hasta el final de nuestros días. El dolor es inmenso como el mar. Tu ausencia duele cual daga que traspasa la piel.
Querido Sam, vamos a tratar de recomponernos para que tengas tranquilidad en el más allá. Vivirás por siempre en nosotros. Siempre te recordaremos.
Gracias Sam.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 005 – Edición septiembre 2020]