Por: Jorge Oswaldo Aliaga Velásquez.

Hace algunos días, una publicación de Facebook, que pregonaba el orgullo de su anunciante, de su identidad celendina y su origen judío–español, causó la polémica en la red, con usuarios que apoyaban esta afirmación y otro sector que manifestaba poseer otros atributos físicos y culturales.

Podemos definir a la identidad, como el conjunto de rasgos o características que permite a la persona distinguirse de otras y que, al constituir un entorno humano, con su familiares, amigos, vecinos y conciudadanos en donde comparte vínculos culturales y afectivos conforma una identidad colectiva, como pueblo, que lo diferencia de otro grupo humano.

Se ha afirmado que la fundación de la ciudad de Celendín y otros poblados que dieron origen a la actual provincia, es obra de celendinos natos, que tenían características étnicas arias, mayormente coloraos con ojos claros, que su gente es hermosa, en especial  sus mujeres y que los principales apellidos tiene un origen europeo, esto ha hecho que el poblador celendino, se haya ganado una muy buena reputación por ello y por su gran capacidad de comerciante, poseer, además, un espíritu ahorrador y aunado a esto, ser un gran cultor de las artes, producto de ello la enorme cantidad de pintores, poetas, escritores, músicos y cantantes, amantes de la corrida de toros, de las festividades patronales y otras diversiones más, que ha llevado a la afirmación, de quien se jacte de ser celendino, que dentro de su genética posee un ADN judío y español, que lo hace sentir orgulloso de este linaje.

Es esta, por lo tanto, la base ideológica que creó el concepto de identidad del poblador celendino y que además adquirió como simbología el uso del sombrero de paja toquilla y que, al ser trasmitida de generación en generación, esta significación, ha hecho que adquiera un carácter consuetudinario que nos da una pertenencia de sangre o de suelo.

Sin embargo, el ser humano al poseer un instinto nómade, hace que las personas emigren de un lugar a otro, ya sea buscando mejores condiciones de vida o por el simple hecho de seguir una tendencia urbana, que es en donde se cree, se encontrará la verdadera felicidad, comodidad y desarrollo personal. Es en estos procesos migratorios y de acentuación, que hacen las personas, donde también se llevan o se traen consigo sus propias costumbres y tradiciones y que, al ser mezcladas con las propias del lugar, se complementan u originan muchas veces una nueva identidad local, pues, la identidad no solo es la conservación de ciertas formas de vida social, también la identidad está sujeta a cambios que forman parte de las transformaciones sociales más amplias.

Celendín, ciudad y todo su ámbito geográfico provincial, no ha sido ajeno a esto, desde finales del milenio pasado, grandes grupos migracionales, han dado como resultado un rápido crecimiento de la ciudad y de todos los poblados de los distritos que lo conforman.

En el norte de la provincia, en los distritos de Cortegana, La Libertad de Pallán y Miguel Iglesias, la influencia e inmigración de los paisanos chotanos, es más que evidente, la gran mayoría tiene sus raíces de esos lares y el uso de las bandas típicas son tan nuestra ahora, como la es en sus orígenes; en el oeste, Sorochuco y Huasmín, la influencia bambamarquina, es también grande, como el uso del sombrero de palma; en el sur el distrito de Oxamarca, la influencia sanmarquina y namorina, está principalmente dada en la música de carnaval.

Y en la ciudad celendina, basta revisar las familias que hoy detentan el poder económico para darse cuenta, que todos tiene raíces migrantes y la composición o estructuración de la misma ciudad actual, dada, creo que, sin proponérselo, haya asentado en el barrio El Cumbe y Bello Horizonte, a los pobladores del este de la provincia, El Porvenir, Guayao, Chacapampa a los norteños y Sevilla, El Milagro y San Cayetano a los sureños.

Es por ello, que a pesar de sentirnos orgullosos de ser shilicos, por toda nuestra historia pasada, los nuevos ciudadanos celendinos traen consigo nuevas formas de vida y convivencia que se empiezan a mostrar y que cambiarán, a pesar de la negativa, de los “shilicos netos” que hoy radican fuera de este terruño y lo añoran tal como lo dejaron, nuestra identidad celendina.

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 005 – Edición septiembre 2020]

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