Por: Héctor Manuel Silva Rabanal

Como José María Arguedas, que en su novela “Todas las Sangres”, propiciaba la fraternidad entre las clases sociales de los 60, quiero recordar la intervención de cinco razas en el nacimiento del clásico “Shilico” que, como escribí en anterior artículo, esta fusión étnica ha fortalecido a un personaje lleno de coraje, alegría, artista, fiestero, multifacético… pero eso sí, noble y recto a carta cabal, que va recorriendo los caminos del mundo.

Vamos a analizar la llegada a nuestro amado terreno de cada etnia:

  1. RAZA COBRIZA:

Cuando estuvo en esta el arqueólogo Julio César Tello (1940 aproximadamente), en su visita a las ruinas de La Chocta, los alumnos del último año del colegio “Celendín” (hoy “Coronel Cortegana”), que fueron como sus ayudantes, le preguntaron cuál era su teoría sobre el origen poblacional de Celendín. Y contestó: que los Arawacs, tribu proveniente del Caribe, en un acto migratorio penetraron a la hoya del río Orinoco y luego al Río Napo para entrar al Marañón. Siguiendo su ruta se dirigen a la Sierra y posiblemente llegan a Celendín rumbo a la costa, donde van a fundar la primera Cultura del Perú: Chavín de Huántar.

Ante la presencia de la hermosa laguna de Hananchacocha, algunos decidieron quedarse (eran amantes de las zonas hídricas). Aquí encontraron plantaciones de nuestro famoso Shilshil, que llamaron así por el sonido que produce (eran onomatopéyicos). Y a los habitantes se les llamó Shilicos. Así nació la primera tribu.

  • RAZA BLANCA:

En el siglo XVI llegaron a Celendín los españoles desde Chachapoyas, para hacerse cargo de tierras e indígenas, que el Rey de España otorgaba a los conquistadores. Según crónicas los primeros hispanos que llegaron fueron Francisco Mosquera, Juan Mori Alvarado, Juan Rojas, entre otros; los cuales ocuparon estas tierras con el nombre de “COMPOSICIÓN”. Luego se crearían las “REDUCCIONES” para facilitar la catequización indígena. Más tarde se crearon los “ASIENTOS o ESTANCIAS”. Celendín tomó el nombre de Estancia “Nuestra Señora de la Concepción de Zelendín”. Ya más tarde (1650), tomó la categoría de HACIENDA con el mismo nombre, bajo la propiedad de Juan Mori, la que en 1802 se convirtió en VILLA denominada “Villa Amalia de Zelendín”.

  • RAZA SEMÍTICA:

En el siglo XVIII, según nuestra traviesa tradición, llegaron los judeo-portugueses perseguidos por sus ideas religiosas, comandados por el Coronel de Dragones del Real Ejército Portugués don Raymundo da Pereyra; los cuales entraron a la Hacienda como arrendatarios. El papel de estos fue fundamental en la compra de la Hacienda a las Clarizas de Trujillo, como en la fundación de la Villa y su respectiva independencia.

Por ello se nos conoce como “Judíos Peruanos Trotamundo”.

  • RAZA NEGRA:

Los portugueses trajeron los primeros negros como sirvientes o esclavos. Constan en los archivos de Cajamarca la compra – venta de los mismos. En el siglo XX la señora ítalo-peruana Blanca Agusti y familia, llegó a la Hacienda de Jerez, con sus respectivos negros como esclavos, los cuales fueron liberados y se mezclaron con otros pobladores.

  • RAZA AMARILLA:

Cuando el presidente Ramón Castilla liberó a los negros, las haciendas costeñas se quedaron sin mano de obra. Por lo cual se autorizó al chiclayano don Domingo Elías, importar chinos como trabajadores con sueldo y bajo un contrato por cierto tiempo. Sin embargo, pasaron los años y se sometió a los llamados Coolies a semiesclavitud. Entonces estos decidieron escapar a la Sierra y Selva. A Celendín llegaron varios que pusieron sus tiendas de comercio o al negocio en general. Unos con su propio apellido como Chan y otros cambiando el suyo, como Horna para no ser descubiertos.

Como dije al principio, esta mezcla étnica ha dado nacimiento al clásico shilico, que no pertenece a ninguna etnia específica y está libre de cualquier discriminación racial. El mismo que en todas partes del mundo, luciendo su blanco sombrero y una energizante taza de chocolate, pasea orgulloso el nombre de Celendín querido.

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 006 – Edición enero 2021]

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