Por: Eler Alcántara Rojas.
Exactamente hace 200 años, el 6 de enero de 1821, en este apacible pueblo, floreciente Villa que ostentaba el epíteto de “Bella Amalia de Zelendín”, ocurrió un significativo acontecimiento que hoy nos convoca a rememorarlo: la jura de la independencia nacional, tal como venían haciéndolo otros pueblos del virreinato peruano y muchos meses antes de que el libertador don José de San Martín irrumpiera en grito de1 libertad en Lima.
Esta proclama, alimentada por la gesta emancipadora que se abría paso en diferentes partes de la patria en rechazo a los 280 años de explotación y miseria al que nos condenaron los conquistadores españoles, fue posible no solo al llamado libertario que hizo el Marqués de Torre Tagle, designado Intendente de Trujillo, sino también al apoyo de la población celendina, que se adhirió a la causa y tan pronto como pudo se declaró libre e independiente del poder español.
A diferencia de otros pueblos en Celendín el contexto era muy favorable. Hasta mediados del siglo XVIII la Hacienda “Pura y Limpia Concepción de Zelendín”, contrajo una deuda por lo que tuvo que ser rematada a un grupo de inmigrantes portugueses, judíos y españoles que llegaron a estos lares, perseguidos por la Santa Inquisición. Los nuevos ocupantes de estos predios, con el asesoramiento de Monseñor Jaime Martínez de Compañón y Bujanda, elevaron un expediente ante el rey Carlos IV de España para la dación de la Real Cédula otorgándole la categoría de Villa, hecho que ocurrió en 1802 y cuyo cumplimiento fue posible recién en 1809. En aquella fecha se eligió al Ayuntamiento de 6 regidores, 2 alcaldes ordinarios, un procurador y otros cargos edilicios nombrados por un año.
Con este panorama surgiría en diferentes partes del país el Movimiento Independentista, alentado por la sublevación de Túpac Amaru II y las diferentes noticias que llegaban al Perú sobre la Revolución Francesa (1789) y la Independencia de Haití (1804), acrecentándose con la revolución de los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua (1814); hechos que dejaron impregnadas muchas ideas de patriotismo y libertad en la sociedad peruana e ineludiblemente en la sociedad celendina.
Los habitantes de la entonces Villa Amalia nunca fueron ajenos al movimiento de liberación. Como antecedente la historia menciona a los hermanos revolucionarios del Huauco (hoy Sucre), Mateo y Remigio Silva Machuca, quienes se sublevaron en contra de la tiranía española pretendiendo infructuosamente derrocar en 1809 al virrey José Fernando de Abascal. Ambos habían fundado en Lima el “Club Patriótico”, cantera difusora de las ideas libertarias de América y desde allí intentaron dar el primer grito de libertad, fallando en su intento. Abascal, al recibir la noticia los confinó a un penoso encierro. Muchos años de cárcel terminaron con la vida de Mateo Silva quien murió antes de cumplir su condena, mientras que su hermano Remigio logró escapar a Chile, gracias al apoyo de su media hermana Brígida Silva y del abogado Fernando López Aldama.
Sin embargo, este fallido levantamiento jamás desmotivó al ilustre vecindario de Celendín para adherirse a la noble causa, pues en la creciente Villa se empezaron a manejar ideas de libertad, igualdad, derechos e independencia. Una de las voces de aliento a esta noble causa fue el cura José Cabellos, fundador de la primera escuela de Celendín, conocida por aquellos años como la primera Aula de Latinidad. En este espacio muchos jovencitos recibieron clases de historia, declamación, arte, siendo uno de los más destacados el que posteriormente sería nuestro Prócer de la Independencia e ilustre celendino, Juan Basilio Cortegana y Vergara.
DE LA INDEPENDENCIA DE TRUJILLO AL GRITO DE LIBERTAD EN CELENDÍN
Para comprender el contexto histórico del proceso de independencia es necesario remontarnos a la década de 1810. La Intendencia de Trujillo se componía de ocho partidos o provincias: Trujillo, Piura, Chachapoyas, Chota, Cajamarca, Lambayeque, Huamachuco y Pataz o Cajamarquilla. La actual provincia de Celendín, en ese entonces con el título de Villa, políticamente era una Doctrina del Partido de Cajamarca.
Bajo ese marco político-administrativo llegamos a 1820, cuando el virrey Joaquín de la Pezuela, ante la ola de independencias de América, designa como gobernador político y militar de la intendencia de Trujillo al criollo José Bernardo de Tagle y Portocarrero, Marqués de Torre Tagle, sin imaginar que inmediatamente se sumaría abiertamente a la causa patriota, proclamando la Independencia de Trujillo el 29 de diciembre de 1820 en la ciudad norteña.
En septiembre de 1820 el Gral. José de San Martín había desembarcado en Paracas. Estableció su cuartel en Huaura y el 20 de noviembre invitó a Torre Tagle a unirse a la causa emancipadora. Esta alianza fue clave para asegurar el compromiso del norte peruano a la causa emancipadora y ahogar a la capital de sus recursos.
Con Torre Tagle a la cabeza de todo el norte, la independencia estaba casi asegurada y sólo faltaba el compromiso del pueblo, que no se hizo esperar al mantenerse alerta ante cualquier estropicio de los realistas.
El 24 de diciembre (1820), mediante cabildo abierto, por unanimidad la población de la ciudad tomó el acuerdo de proclamar la independencia en los días siguientes. Días después, el 29 de diciembre, en la Plaza de Armas de la ciudad de Trujillo se proclamó la independencia de la entonces Intendencia de Trujillo. Después de la ceremonia, Torre Tagle envió emisarios a todos los partidos de la intendencia con instrucciones de hacer lo mismo.
LA ORDEN DE TORRE TAGLE
Los celendinos recibieron la orden del Intendente de Trujillo el 5 de enero de 1821. El manuscrito que demoró más de una semana en llegar fue recibido por don Juan Bautista Silva, secretario público del muy ilustre Ayuntamiento de la Villa Amalia “Nuestra Señora del Carmen de Zelendín”, quien convocó al vecindario para el día siguiente 6 de enero, leyéndose en Cabildo Pleno, tal como consta a continuación:
El Marqués de Torre Tagle, Gobernador Político y Militar de la Provincia de Trujillo, a los habitantes de Celendín: Llegó, por fin el venturoso día en que los ilustres habitantes de Trujillo, sacudieron el vergonzoso, yugo de la tiranía española y proclamaron con excesivo entusiasmo, la gloriosa independencia; aunque el amor a la libertad era pábulo de sus almas generosas, no se resolvieron a quebrantar sus cadenas temerarias a la fuerza que se oponía a tan justos deseos.
Aguardaban, con conciencia, el auxilio de un brazo; y, he aquí, aparece en Pisco a la cabeza del Ejército Libertador, el tutelar, el Washington de América Meridional, el ínclito General San Martín.
Veloz y simultáneamente, se despliegan los oprimidos corazones de esta gente pacífica; y, cerrando los oídos a las añejas preocupaciones de su servil educación, no visten otras ideas; sino las que conciben las almas grandes a la recuperación de su libertad.
Todos los partidos de esta provincia, aclaman unánimemente. Por ello mis designios eran dirigidos a este fin y conducentes a él, las medidas desde que ingrese a este gobierno, había adoptado.
Esperaba para manifestar solo mis ocultos sentimientos, el que la opinión pública se acabara de consolidar; para evitar así, la efusión de sangre de los pocos que, por apatía o por ignorancia y fanatismo, discordaran del voto general.
En consentimiento de la degradación y vilipendio con que el gobierno peninsular ha tratado a los americanos por espacio de tres siglos, en que fueron regidos por un cetro de abusos. Han sido vejados por la codicia e injusticia (injusta) arbitrariedad, de hombres ignorantes, desmoralizados y de oscuro nacimiento; que, escalando a los empleos, deprimieron y sepultaron en la miseria y el deshonor a nuestros virtuosos y honrados compatriotas, avanzándose hasta el extremo de sacrificar a sus ambiciones mismas, los brazos beneméritos de la robusta juventud; el conocimiento, pues, de tantos y tan excesivos males del prospecto halagüeño de los innumerables bienes que juntamente simbolizan el cuadro portentoso de la libertad, en unos países que abundan en todas producciones para la vida deliciosa, el temor de las perniciosas consecuencias y horrorosos desastres de una guerra civil, la humanidad con lo que le ha hecho el incomparable General San Martín. Después de haber agotado, infructuosamente, todos los medios decorosos para auxiliar los incidentes para una transacción amistosa. Los rápidos progresos que, ya con sus tropas aguerridas, ya con su política sagaz y desinteresada, ya con su conducta acrisolada y religiosa, ha reportado en todo el Perú, reduciendo al tirano de la capital, al estado de una agonía desesperada y otras infinitas expediciones, han desvanecido las opiniones divergentes de algunos preocupados; resumiéndolos por una Santa causa, anhelando con indecible vehemencia esta favorable situación de los ánimos, para soltar las riendas que contenían mi patriótico ardor, presentome en la galería del Ayuntamiento, convoco a estos ilustres patricios y exponiéndoles sucintas razones que me impulsaban a proclamar la independencia.
Se oye una vez unánime y entusiasmada que grita, sin interrupción: ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la Independencia!, ¡Muera la Tiranía!
Ensanchados los corazones, respiran ya en el aura delicioso de una atmósfera libre; y, saliendo de madre el torrente de su júbilo, se abrazan recíprocamente, con la sensibilidad de hermanos y verdaderos amigos.
Yo engolfado, en un piélago de insondable alegría, no hecho en olvido a los amados compatriotas de los pueblos de mi jurisdicción y me apresuro a darles el plausible anuncio del día glorioso de su política regeneradora.
Felices moradores de esta provincia, ya sois libres, ya sois independientes; prorrumpid, pues, a imitación de vuestro Gobernador y General, en tonos modulados de gozoso entusiasmo, en festivas aclamaciones de: ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la Independencia!, ¡Viva la Unión y la Libertad!
Tierra independiente, diciembre veintisiete de mil ochocientos veinte. El Marqués de Torre Tagle.
PROCLAMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA DE CELENDÍN
Como hemos visto el 29 de diciembre de 1820, el Intendente de Trujillo, don José Bernardo de Tagle Portocarrero, Marqués de Torre Tagle, proclamó la independencia de Trujillo y anticipadamente (dos días antes) envió un documento -descrito anteriormente- a Celendín insinuando la pronta proclamación de la libertad en esta tierra.
Es por ello que el Teniente Coronel de Milicias, Juan de Burga, convocó a Cabildo Pleno para acatar las órdenes superiores y al promediar las 10:00 am del sábado 6 de enero de 1821 la Orden del Intendente de Trujillo quedó consumada.
El día de la proclamación de la Independencia de Celendín, los señores del Ilustre Cabildo (municipalidad), Cuerpo Militar y Eclesiástico, así como personas notables y público en general, escoltados por los “Dragones Montados”, Cuerpo Militar formado por jóvenes celendinos quienes luego dieron su brazo y su vida por la Patria, se aglutinaron en la Plaza de Armas y en un estrado el Jefe Político Militar de la Villa de Zelendín, Juan de Burga, con bandera en mano, proclamó la Independencia de Celendín con estas palabras:
“Desde hoy, 06 de enero de 1821, la Villa de la Bella Amalia de Zelendín, es libre e independiente del poder español y de todo otro extranjero. ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la Independencia!, ¡Viva la Villa de la Bella Amalia de Zelendín!, ¡Muera el Despotismo!, ¡Muera la Tiranía!”.
Dice don Héctor Manuel Silva Rabanal (escritor e historiador celendino) que tras la ceremonia todos se abrazaron y gritaban al unísono en gran fiesta, recorriendo entre vivas y aplausos las calles de Celendín. Luego se escribió y firmó el acta de la Independencia de Celendín.
LA BANDERA PERUANA CON LA QUE SE PROCLAMÓ LA INDEPENDENCIA CELENDINA
La historia da cuenta que, para la proclama de la Independencia de Celendín el Teniente Juan de Burga, utilizó una bandera peruana, emblema que fue enviado para la ocasión por la celendina Brígida Silva, hermana de los huauqueños Mateo y Remigio Silva.
Cuando San Martín ocupó Lima, Brígida se puso a su servicio y desde allí envió una bandera al modelo del creado por el libertador.
Por estos actos Brígida Silva de Ochoa fue declarada “Patriota” por San Martín el 11 de diciembre de 1822 y se le dio una pensión de 30 pesos.

ACTA DE LA JURA DE LA INDEPENDENCIA DE CELENDÍN
OTROS DATOS:
Cuando el Marqués de Torre Tagle recibió el acta de la independencia de Celendín de los ilustres celendinos, declaró a la Villa Amalia de Celendín, Capital del partido de Celendín; señalando los linderos de su jurisdicción: río Magdalena, por el norte; Marañón por el este; Miriles por el sur; y los ramales de cordillera: San Isidro, Cumullca y Mishacocha, por el oeste.
Según Manuel Silva Rabanal el 6 de enero de 1921, cuando se conmemoró el Primer Centenario de la Independencia Celendina, el alcalde de ese entonces don Santiago H. Rabanal organizó una gran ceremonia y se plantó en la plaza de armas dos pinos: uno frente al templo y otro frente al Local Municipal, augurando un mejor gobierno para el pueblo y con el pueblo, bajo la protección de Dios.
En acto público celebrado el 6 de enero de 2009 se sentó en Acta del Consejo Provincial, que los días 6 de enero y 30 de setiembre serán fechas cívicas no laborables y de especial celebración por conmemorarse la Independencia de Celendín y la dación de la Ley que crea a la provincia del mismo nombre, respectivamente.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 006 – Edición enero 2021]