Por: Ever Velásquez Machuca

La Navidad es una fiesta cristiana que tiene por motivo principal el núcleo familiar. El nacimiento de Jesús es la buena noticia que congrega y llama a renovar nuestro compromiso con los valores de amor, paz, solidaridad, esperanza y reconciliación.

Ya en el plano nacional y político, la Navidad constituye una oportunidad para reflexiona los graves problemas que aquejan a nuestro país y preguntarnos qué podemos hacer y qué estamos haciendo para remediarlos. No podemos permanecer impasibles ante la pobreza que agobia a millones de compatriotas y que exige del Gobierno y de los políticos, planes y acciones concretas y urgentes más allá del existencialismo.

El primer deber de los gobernantes es el bienestar de los ciudadanos sin exclusiones ni desviaciones lo que va en línea con uno de los pilares fundamentales de la actual administración; la inclusión social.

El reto que tiene ahora el gobierno es aprender de los errores e imprimir los criterios de eficiencia, control y transparencia a los programas sociales. Esto, sin perder de vista que el mayor remedio contra la pobreza es el crecimiento económico sostenido, en un clima de reglas de juego claras y competitividad.

Debe trabajarse, también, por resolver los conflictos sociales en los que los gobernadores regionales y alcaldes tienen enorme responsabilidad, así como ampliar la cobertura de salud y mejorar la calidad educativa, principal instrumento de movilidad social.

No hay peor segregación que la que impide a los peruanos similares posibilidades de desarrollo por falta de acceso a una educación de calidad.

Tan nefasto es el analfabetismo como la educación mediocre que se imparte en muchos ámbitos urbanos y rurales por culpa del sistema de gobierno.

Este podría ser el mensaje de Navidad hoy: Tratemos de entender al prójimo, restañemos heridas y no desperdiciemos la oportunidad de avanzar hacia el desarrollo inclusivo, dinámico y sostenible.

Desprendámonos de perjuicios y antojeras ideológicas para propiciar la solidaridad y el diálogo. Pensemos como ciudadanos para convivir en paz, solidariamente en nuestro país.

[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 006 – Edición enero 2021]

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