Por: José Willy Suárez Vásquez.
Quienes explican lo que es la libertad coinciden en que es el poder de dirigir y dominar los actos propios, lo que nos permite elegir y –consecuentemente- optar por uno de nuestros posibles “yo”; previa a la elección, el hombre apela a la inteligencia o al conocimiento anterior y elige según lo que la espontaneidad le manda o lo que su sano juicio le indica.
Por lo tanto, podemos afirmar que por la libertad que gozamos, somos capaces de elegir entre lo bueno o lo malo, entre lo correcto o lo incorrecto, entre el pecado o la abstención, entre cuidar la salud o exponernos a la enfermedad, entre la corrupción o el correcto desempeño de la función púbica. Hablando de lo último tenemos que reconocer que la corrupción se ha irradiado hasta las raíces más profundas de la administración pública, y casi a diario testificamos a través de los medios de comunicación los más variados casos de corrupción, desde el pago de una coima a un policía para evitar una infracción hasta el direccionamiento de los procesos de contratación de obras para generar el famoso “diezmo” en favor de un presidente, gobernador, alcalde, u otros funcionarios; es decir, encontramos en nuestro país por doquier no sólo al funcionario corrupto sino al ciudadano o agente corruptor.
Pero ¿por qué el ciudadano, elige ser el “yo” corrupto o corruptor? y ¿por qué el ciudadano no elige ser el “yo” honrado o correcto? Muchos dirán simple: por el dinero, pues mediante un acto de corrupción es más fácil obtenerlo, entonces debemos concluir que moralmente estamos eligiendo mal y que no estamos limitando nuestra libertad, lo que conlleva a reflexionar en post de poder ejercer nuestra libertad con responsabilidad. Somos responsables de nuestros actos, pero no estamos cultivando libertad con responsabilidad frente a nuestra sociedad, frente a nuestra moral. En términos gastronómicos dejamos el buen gusto moral y sucumbimos a la dieta nociva de la inmoralidad, que es más dañina que la comida chatarra y lo peor es que ni la existencia de nuestros hijos nos motiva a elegir otro “yo”, el “yo” honrado.
¿Qué hacer ante ello? Seguro amigo lector dirás que tú sólo no podrás cambiar el mundo, pero ¿por qué no empezar ejerciendo bien nuestra libertad? Si eres funcionario o servidor público antes de elegir en ser el “yo” corrupto analiza el ser el “yo” honesto; ¿acaso no te gustaría ser un ejemplo de conducta para tus hijos, tu familia, tu comunidad?, ¿acaso no le temes a la cárcel si te pescan apropiándote de los recursos del Estado? Y si eres ciudadano antes de elegir en ser el “yo” corruptor” analiza que si decides ser lo contrario empezaremos a romper el círculo de la corrupción (al no haber demanda no habrá oferta de coima).
Aún discutimos sobre las respuestas que se dan a la pregunta ¿en qué momento se jodió el Perú? Y aunque una gran mayoría atribuye a la corrupción política, proveniente de muchos hitos de la historia, como la corrupción del fujimorismo, sin embargo, pocos ensayan la respuesta que el Perú sigue jodido por que ejercemos equivocadamente nuestra libertad de elegir ser el “yo” y elegimos el mal, como escribí antes estamos perdiendo el buen gusto moral. Cambiemos la pregunta ¿en qué momento se jodió el Perú? Por ¿en qué momento se arregló el Perú? Piénsalo amig@.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 001 – Edición julio de 2019]