Escribe: Manuel Sánchez Aliaga
El Perú entero se apresta a festejar este año el Bicentenario de la Independencia Nacional del yugo español y, Celendín, como parte integrante del país, también intervendrá en estas efemérides, doblemente: el 6 de enero entrante y el 28 de julio, como lo hará todo el país.
El 6 de enero, porque en esa fecha, la autoridad de ese entonces en nuestra actual ciudad, el Teniente Coronel de Milicias don Juan de Burga, recibió el documento pertinente emanado del Gobernador Político Militar de la Intendencia de Trujillo, el Marqués José Bernardo de la Torre Tagle, disponiendo que en toda la Intendencia de Trujillo se jurara la Independencia que allí tuvo lugar el 29 de diciembre de 1820.
Como en ese entonces la Villa Amalia de Zelendín pertenecía a la jurisdicción de la Intendencia de Trujillo, el documento emitido allí el 27 de diciembre, fue recién recibido el 5 de enero de 1821 dada la dificultad de las comunicaciones, por lo que el Jefe Político Militar de la aún flamante Villa Amalia de Zelendín, don Juan de Burga, dio cumplimiento a lo dispuesto, al día siguiente, o sea el 6 enero, en Cabildo Abierto y Pleno pronunciando las palabras ¡Viva la Independencia!, ¡Viva la Libertad!, ¡Viva la Patria!, ¡Viva la Villa Amalia de Zelendín!, con gran algarabía de la población.
Y el 28 de julio para aunarse a las manifestaciones programadas por el Gobierno Central reviviendo la Jura de la Independencia Nacional proclamada por el General don José de San Martín en la Plaza de Armas de Lima.
Probablemente ambos acontecimientos cívicos se verán limitados en gran medida, por las restricciones a que obliga la pandemia que azota al país, salvo que en algo alivie la prometida vacuna para el primer trimestre de este año.
En todo caso, los festejos voceados para celebrar con pompa el Bicentenario, se ven cuestionados seriamente por muchos intelectuales y sectores de la población al señalar que lo que ha primado desde el inicio de la vida republicana ha sido y sigue siendo la corrupción que campea en las altas esferas gubernamentales y en la práctica hasta en los más reducidos grupos de poder y demás quehaceres de la actividad ciudadana, pública y privada.
La corrupción tuvo lugar desde los albores de la independencia. Historiadores serios y académicos connotados señalan últimamente con ejemplos esta triste y criticable realidad. Ponen, verbigracia, entre otros muchos ocurridos a lo largo de la historia, la corrupción y traiciones acaecidas durante la Guerra con Chile dejando al garete a señeras figuras como Miguel Grau Seminario, Francisco Bolognesi y otros epónimos héroes que constituyen el orgullo nacional. Y lo mismo viene sucediendo en los vergonzosos últimos veinte años que nos está tocando palpar directamente. No voy a incidir en ellos porque todos los conocen y sufren en carne propia.
Por estas razones la inmensa mayoría de peruanos piensan que el Bicentenario de la Independencia Nacional no es motivo de festejos si no de simples conmemoraciones hasta lograr una auténtica emancipación de poderes extranjeros que manejan el país a su real antojo, llevándose las utilidades económicas a sus respectivos países y bolsillos, dejando migajas para el Perú, sin obviar, naturalmente, la eliminación de la corrupción en todas sus formas.
Pero a la par de esta dolorosa realidad, hay singulares aunque no escasos ejemplos que nos reconfortan. Así, podemos constatar que en el Perú han habido y hay personajes que dan lustre a nuestra historia republicana. Intelectuales de toda índole y en los distintos campos del conocimiento, la investigación, la historia, la filosofía, la arqueología, la ciencia, el arte, las letras y la cultura en general. De igual manera ocurre en nuestra pequeña patria chica, y a ellos tenemos la obligación de rendir homenaje y pleitesía.
Por cierto, en nuestra provincia permanecen intactas una serie de necesidades y obras que a gritos piden ser ejecutadas por las autoridades pertinentes. Mencionaremos algunas nomás:
Rehabilitación del canal Sendamal – El Toro y su administración responsable por la Junta de Regantes. Paralelamente iniciar y promover la forestación que se ha dejado de lado durante muchísimos años por las diferentes administraciones ediles.
La construcción del Camal Municipal, a fin de garantizar la higiene respectiva y perfecto estado de las carnes que se expenden en el Mercado Modelo “Adolfo Aliaga Apaéstegui”, para su seguro consumo por la población.
Así también, urge construir un auténtico Terminal Terrestre que garantice la seguridad de usuarios y transportistas.
Eficiente culminación de la Planta de Residuos Sólidos y del Sistema de Tratamiento de Aguas Servidas para su óptimo funcionamiento.
El asfaltado de algunas vías de comunicación que unen la capital provincial con algunos de sus distritos sin pretextos ni dilaciones. Vale decir, la carretera que va a José Gálvez, Sucre, Jorge Chávez y, ojalá hasta Oxamarca, con miras a promocionar el turismo de las ruinas de la Chocta. Y ya que hablamos de turismo, fomentarlo mejorando los accesos a La Lechuga, las cataratas El Cornelio, La Novia, las existentes en Sarauz, y demás atractivos turísticos con los que cuenta nuestra provincia. Y no olvidemos el tramo que va al valle de Llanguat y sus riquísimas aguas termales, con miras a prolongarlo tanto a Chalán como a Pallán, Cortegana y Chumuch para que visitantes y nosotros mismos podamos conocer Las Portadas, las ruinas de Múyoc, entre otros atractivos de la zona, sin olvidar, por cierto, el mejoramiento de las carreteras que van al Utco, Huasmín y Jerez.
Ordenar el tránsito vehicular y la venta ambulatoria que ha convertido a la ciudad capital en un caos. Y dejo de referirme a la brutal agresión a la arquitectura que merece un capítulo aparte y mi acre censura y la gestión de nuestras autoridades ante el Gobierno Central para la ejecución del asfaltado de la carretera que va de Celendín al majestuoso Marañón y a Chachapoyas como lo exige un proyecto aprobado hace años, dejando de lado el peligro que conlleva la bicapa existente.
Volviendo al homenaje que les debemos a nuestros ilustres personajes, no voy a mencionarlos uno a uno porque exigiría enorme espacio en el presente artículo y correría el error de omitir a algunos, cosa que no me perdonaría jamás. Basta con decir que hay ilustres nombres que merecen grabarse en la historia nuestra y que corresponden a distintos campos del quehacer humano como son la música, la pintura, la escultura, el tallado, el dibujo, la caricatura, la literatura, etc., a quienes está obligada la autoridad municipal a reconocerlos pública y debidamente.
Sin embargo, no puedo dejar pasar por alto un enorme y valioso proyecto que por desgracia quedó en eso: en proyecto; pero que, ojalá, alguna vez se cristalice. Me refiero a la loable inquietud del profesor y escritor Gutemberg Aliaga Zegarra, actual regidor de la Municipalidad Provincial de Celendín, que en su afán de cumplir su labor edilicia con esmero en el campo cultural que le compete, esbozó una tarea monumental podríamos afirmar, que exige sacrificio, perseverancia, honestidad, seriedad y suma responsabilidad.
Se trata nada menos que a la edición de una Antología de Literatura Celendina que por cierto hace falta para perpetuar los nombres (y parte de sus más significativas producciones) de nuestros más conspicuos escritores que han contribuido y contribuyen con la cultura nacional. Tampoco voy a mencionarlos; mas, cuando el proyecto se haga realidad, nos enorgulleceremos de ellos y las generaciones venideras los emularán y se sentirán orgullosos de pertenecer a la legendaria provincia de Celendín,
Si el Proyecto no se ejecutó fue debido a varias razones que convergieron en su frustración. En primer término, la aparición de la actual pandemia que impidió nos reuniéramos para llevar adelante el trabajo, tanto el promotor del proyecto, el poeta Jorge Wilson Izquierdo Cachay y quien escribe este artículo, para seleccionar textos tras delicado y minucioso estudio de lo que tendría que constituir el grueso del libro, para incluir lo mejor de cada uno de nuestros escritores de poesía y prosa, hombres y mujeres, inéditos y con obras publicadas, abarcando el ámbito provincial, labor que demanda esfuerzo, tiempo y dedicación casi exclusiva.
Por otro lado, su elevado costo si tomamos en cuenta el abultado número de páginas de la proyectada Antología y, la difícil decisión del Concejo Municipal para costear la edición y número de ejemplares por las limitaciones presupuestales que imaginamos tiene.
Estas son algunas de las inquietudes que me han convocado a expresarlas en estas apretadas líneas, para decir finalmente que bien vale la pena aunarnos a las conmemoraciones a que invita el Bicentenario de la Independencia Nacional y el reto que significa de que algún día vea la luz el sueño de la anhelada Antología.
[Artículo publicado en la Revista Oígaste N° 006 – Edición enero 2021]